miércoles, 30 de diciembre de 2015
Épocas
Cuando soy feliz escribo menos, es un hecho. Estoy demasiado ocupado viviendo mi vida para venir aquí a desahogarme. Contemplo menos cómo pasa el tiempo, las nubes, noto menos el aire que me rodea porque lo importante está en otro lugar. Cuando miro atrás veo épocas de mayor producción literaria y un cuerpo entumecido que dolía. Ahora me parece que si no escribo lo que siento no lo recordaré luego, pero me equivoco; de las partes buenas siempre me acuerdo.
viernes, 11 de diciembre de 2015
Carreteras fantasma
Disfruté un pequeño viaje por una nacional, gris y vacía. Fantasmal.
Y ahora sólo quiero volver allí.
Y ahora sólo quiero volver allí.
jueves, 10 de diciembre de 2015
sábado, 26 de septiembre de 2015
viernes, 14 de agosto de 2015
Esa mirada
Hoy he visto en el metro a una niña, sus grandes ojos marrones y su mirada inteligente me cautivaron desde el primer momento. Me robaron toda atención a su alrededor, como un agujero negro, la luz se curvaba hacia aquella mirada, vivaz y atenta. Y me di cuenta de por qué me llamaba tanto; me recordaba a ti. Esa mirada de la que me enamoré.
jueves, 6 de agosto de 2015
Dedicado a AG
Tres largas semanas de sufrimiento. Tres semanas en las que te vi morir. Cuando ingresaste nuestros fríos cálculos te daban una mortalidad del 78%. Te juro que luchamos por ese 22%. Pero no fue suficiente; unas veces mejor y otras veces peor, no conseguías salir de tu estado crítico, hasta que un día, de pronto y por sorpresa, se acabó todo.
Fracasamos. Pero no en la UCI. Fracasamos todos por no haberte ayudado en su momento, cuando empezaste con la depresión y el alcohol. ¿Dónde estábamos entonces? ¿Dónde estaban todos esos médicos, enfermeros, auxiliares, aparatos y fármacos? ¿Dónde estaban todos esos medios cuando vivías en la calle?
Todos los días aparecía alguien para verte. Iban cambiando; un voluntario de una ONG, la enfermera de tu centro de salud, un amigo... Todos se preocupaban por ti, y ellos, como nosotros, tampoco pudieron salvarte.
Tu muerte no fue en vano, te lo prometo. Me enseñaste más de lo que podía imaginar, aunque estuvieras inconsciente. Además de los aspectos puramente técnicos, me dejaste aún más claro que la verdadera diferencia entre la vida y la muerte ocurre en la calle, en el día a día.
Descansa. Sólo espero que ese dolor que intentaste ahogar en la bebida haya desaparecido.
Fracasamos. Pero no en la UCI. Fracasamos todos por no haberte ayudado en su momento, cuando empezaste con la depresión y el alcohol. ¿Dónde estábamos entonces? ¿Dónde estaban todos esos médicos, enfermeros, auxiliares, aparatos y fármacos? ¿Dónde estaban todos esos medios cuando vivías en la calle?
Todos los días aparecía alguien para verte. Iban cambiando; un voluntario de una ONG, la enfermera de tu centro de salud, un amigo... Todos se preocupaban por ti, y ellos, como nosotros, tampoco pudieron salvarte.
Tu muerte no fue en vano, te lo prometo. Me enseñaste más de lo que podía imaginar, aunque estuvieras inconsciente. Además de los aspectos puramente técnicos, me dejaste aún más claro que la verdadera diferencia entre la vida y la muerte ocurre en la calle, en el día a día.
Descansa. Sólo espero que ese dolor que intentaste ahogar en la bebida haya desaparecido.
domingo, 2 de agosto de 2015
Las nubes no son sólo bonitas de día
Tenía un aspecto surrealista, como si algo no estuviera en su sitio, no parecía una noche más.
Pero lo fue.
domingo, 26 de julio de 2015
jueves, 16 de julio de 2015
Pensamientos en metro, anotados sin cuidado
Siempre estoy falto de sueño. Sueño como proceso biológico, claro. Del otro tengo de sobra. Cuanto más sueño me falta, más pensamientos extraños se agolpan en mi cabeza, como si fueran pequeñas partículas de carbón golpeando una superficie metálica, lisa, con remaches aquí y allá. La vida la componen las cosas pequeñas, diminutas, que forman un gran todo en el que no me va lo bien que querría. Tal vez el problema son mis expectativas. Querer ver una nebulosa con mis propios ojos. Ver el polvo espacial brillar a la luz de mil soles. Descubrir algo genuinamente nuevo, que nadie antes supiera. Acostarme por la noche sin tener la sensación de que mis días sólo valen las 7 horas del hospital. Poder decirle a alguien como me siento realmente y que no piense que soy un dramático. Ah, es que soy un dramático! Me falta la conversación en verso.
¿Es pedir tanto?
¿Es pedir tanto?
lunes, 13 de julio de 2015
lunes, 6 de julio de 2015
Menos
Estoy en mitad de una tormenta que no me afecta, rodeado de gente que no me conoce, aunque creen conocerme. La lluvia convertida en rayos de sol cae a mi alrededor al igual que las estaciones de metro que pasan por delante de mí, sin tocarme. Hacer santo a un traidor. Son esas cosas propias de la cultura occidental, de esa cultura que nació en países que ahora mueren, que la hace distinta a las demás.
La luz se apaga poco a poco en mi apartamento, mientras el sol se retira una vez más y una vez menos. Cada vez queda menos.
La luz se apaga poco a poco en mi apartamento, mientras el sol se retira una vez más y una vez menos. Cada vez queda menos.
domingo, 5 de julio de 2015
Viejos hábitos
Hay cosas que no puedo evitar hacer cuando estoy en la calle. Fijarme en las ambulancias es una de ellas.
Creo que la foto no puede expresarlo mejor, así que no añadiré nada más con mi burda narrativa. Sólo podría repertirme en que me hundo en luz y urbe.
miércoles, 17 de junio de 2015
El día del Jucio Final
Acumulé todas las reservas de comida que pude. Latas, conservas, cereales, leche pasteurizada, pasta... Llenaban los armarios de la cocina hasta arriba. La satisfacción de poseer todos esos alimentos contrastaba bruscamente con su utilidad, con su fin último. Bajé todas las persianas, como si de un búnker se tratara. De hecho lo parecía por fuera. He visto unos cuantos búnkeres en mi corta vida, reflexioné. Siempre me gustó visitar las cicatrices que deja la guerra tras de sí. Incluso llegué a planificar un viaje por Europa sobre la Segunda Guerra Mundial. Qué infantil.
Por gusto, bajé los estores. No queda bien que se vean las persianas. Recogí algo el piso. Tampoco mucho, no tenía ganas, ni fuerza. El cansancio había ganado la batalla hacía tiempo, tampoco había peleado contra él. Lo dejé llenarme, inundarme por dentro, sin ofrecer resistencia. Y me llenó hasta arriba del todo, pasaba de la cama al sofá, o más bien, me arrastraba. No echaba de menos tener energía para hacer cosas. No había nada que quisiera hacer. Fuera divertido o no. Tumbarme, eso me apetecía. Y ahora podría hacerlo para el resto de la eternidad.
Suponiendo que el tiempo es infinito, nuestra existencia tiende a cero. Igual que si consideramos que el espacio es infinito, la masa tiende a cero. Pasamos toda la eternidad muertos o no natos.
No era el fin del mundo. Ningún asteroide iba a destruir la Tierra, ni aparecería ninguna raza extraterrestre dispuesta a exterminarnos. Ni siquiera se iban a abrir 7 sellos ni a sonar 7 trompetas. Nada de eso iba a ocurrir, la gente seguiría viviendo sus vidas, un día más. Incluso yo. No era un armaguedon personal; el instinto de supervivencia, amigo, le dije a mi reflejo en el espejo. No pareció entenderlo, pero es que mi reflejo es un poco lento. Más guapo, si, pero más tonto también. Lo entendería cuando al día siguiente, me volviera a ver, delante de él, a punto de comenzar un nuevo día, tras el día del Jucio Final de todos los días.
Por gusto, bajé los estores. No queda bien que se vean las persianas. Recogí algo el piso. Tampoco mucho, no tenía ganas, ni fuerza. El cansancio había ganado la batalla hacía tiempo, tampoco había peleado contra él. Lo dejé llenarme, inundarme por dentro, sin ofrecer resistencia. Y me llenó hasta arriba del todo, pasaba de la cama al sofá, o más bien, me arrastraba. No echaba de menos tener energía para hacer cosas. No había nada que quisiera hacer. Fuera divertido o no. Tumbarme, eso me apetecía. Y ahora podría hacerlo para el resto de la eternidad.
Suponiendo que el tiempo es infinito, nuestra existencia tiende a cero. Igual que si consideramos que el espacio es infinito, la masa tiende a cero. Pasamos toda la eternidad muertos o no natos.
No era el fin del mundo. Ningún asteroide iba a destruir la Tierra, ni aparecería ninguna raza extraterrestre dispuesta a exterminarnos. Ni siquiera se iban a abrir 7 sellos ni a sonar 7 trompetas. Nada de eso iba a ocurrir, la gente seguiría viviendo sus vidas, un día más. Incluso yo. No era un armaguedon personal; el instinto de supervivencia, amigo, le dije a mi reflejo en el espejo. No pareció entenderlo, pero es que mi reflejo es un poco lento. Más guapo, si, pero más tonto también. Lo entendería cuando al día siguiente, me volviera a ver, delante de él, a punto de comenzar un nuevo día, tras el día del Jucio Final de todos los días.
martes, 16 de junio de 2015
Habitación 423
La semana pasada es una amalgama de angustia, tiempos muertos, aburrimiento, felicidad y desesperación. Es la confirmación de que queremos cuando nos falta.
Me he visto más médico que en el día a día en mi hospital, en este otro hospital, pequeño, tal vez sea mediano, pero yo lo veía pequeño y desconchado y vacío. Pero con los mismos ladrillos en la fachada.
Momentos de auténtico júbilo cuando entraba la encantadora enfermera de la mañana a amenizar lo que se avecinaba un día largo y pesado, que parecía fluir como mermelada de albaricoque. No como compota de manzana, no.
Nunca un paseo tan corto, de unos pocos metros, me había dado tanta satisfacción. Nunca había disfrutado tanto abrir una ventana, corredera, que hice salir de su riel la primera vez que la toqué. Tampoco había metido yo mismo mi coche en un túnel de lavado.
Mis fuerzas se fueron agotando con los días, pero valió la pena. Porque sus fuerzas fueron aumentado. Y aunque se que no es verdad, me gusta pensar que tuve un poco que ver en ello.
Me he visto más médico que en el día a día en mi hospital, en este otro hospital, pequeño, tal vez sea mediano, pero yo lo veía pequeño y desconchado y vacío. Pero con los mismos ladrillos en la fachada.
Momentos de auténtico júbilo cuando entraba la encantadora enfermera de la mañana a amenizar lo que se avecinaba un día largo y pesado, que parecía fluir como mermelada de albaricoque. No como compota de manzana, no.
Nunca un paseo tan corto, de unos pocos metros, me había dado tanta satisfacción. Nunca había disfrutado tanto abrir una ventana, corredera, que hice salir de su riel la primera vez que la toqué. Tampoco había metido yo mismo mi coche en un túnel de lavado.
Mis fuerzas se fueron agotando con los días, pero valió la pena. Porque sus fuerzas fueron aumentado. Y aunque se que no es verdad, me gusta pensar que tuve un poco que ver en ello.
viernes, 5 de junio de 2015
Estático
No creo ni que valga la pena escribir algo. Tampoco podría. Y mientras, lo que siento se enquista dentro de mi.
viernes, 29 de mayo de 2015
Una realidad alternativa
Vivo en una realidad alternativa. No se exactamente dónde está, al otro lado del espejo, dentro de las sombras o en las esquinas. Se a ciencia cierta que está ahí, aunque mis sentidos me engañen; el tiempo ya no es lo que era, se dilata y se contrae de forma anormal. Tan pronto ha pasado una tarde en un instante como puede hacer centurias que fue ayer. Acompañando al tiempo en ese extraño comportamiento está mi propio yo: la despersonalización de mi ser va en aumento a medida que camino. A veces, indudablemente debido a mi propia experiencia vital, siento que estoy viviendo un videojuego, y que desconectaré en cualquier momento. A diferencia de otras épocas de mi vida, sueño y realidad no están formando un todo. Dormir es un una pausa total, un agujero negro, del que me despierto igual que me acosté. La vigilia no tiene aspecto de sueño, sólo parece falsa. Tampoco me siento anestesiado: de hecho casi diría que estoy hiperestésico, hipersensible a la belleza, al dolor, a las pequeñas cosas y a las grandes cosas. Pero soy selectivo, mucho de lo que ocurre a mi alrededor me da igual. Mucho de lo que me dicen me da igual, absolutamente igual. No es que elija ignorarlo, es que ni siquiera podría darme cuenta de que existe.
Mucha palabrería para decir muy poco, me comento a mi mismo mirando el párrafo. Es el ruido de mi cabeza, tenía que sacarlo durante un rato. Volverá a llenarse, más tarde, sin embargo.
Mucha palabrería para decir muy poco, me comento a mi mismo mirando el párrafo. Es el ruido de mi cabeza, tenía que sacarlo durante un rato. Volverá a llenarse, más tarde, sin embargo.
miércoles, 27 de mayo de 2015
lunes, 18 de mayo de 2015
domingo, 22 de marzo de 2015
Mi reino
La cama se había convertido en su reino, donde el era soberano sobre su único súbdito: él mismo.
No necesitaba nada más, ni quería nada más. Todo lo que alcanzaba con sus extremidades eran sus dominios, unos dominios blandos, cálidos y suaves, como la brisa de primavera de Levante. Tal vez por eso le gustaba tanto.
Fuera de esas fronteras estaban los enemigos, la tierra hostil, los reinos mezquinos y las responsabilidades, que le asediaban constantemente. El rey levantaba sus defensas se cojines, mantas y edredones, pero los asaltantes tenían a su favor el tiempo; tarde o temprano tendría que salir.
Pero por ahora no. Podía ser rey unas horas más.
No necesitaba nada más, ni quería nada más. Todo lo que alcanzaba con sus extremidades eran sus dominios, unos dominios blandos, cálidos y suaves, como la brisa de primavera de Levante. Tal vez por eso le gustaba tanto.
Fuera de esas fronteras estaban los enemigos, la tierra hostil, los reinos mezquinos y las responsabilidades, que le asediaban constantemente. El rey levantaba sus defensas se cojines, mantas y edredones, pero los asaltantes tenían a su favor el tiempo; tarde o temprano tendría que salir.
Pero por ahora no. Podía ser rey unas horas más.
domingo, 8 de marzo de 2015
La maratón de los 100 metros lisos
El atleta miró a su entrenador confuso
- ¿Me tengo que entrenar para la maratón y para los 100 metros lisos? ¿A la vez? Eso es imposible
- Aun no sabemos en qué carrera vas a competir, por lo que lo más seguro es tirar por en medio y prepararte para todo.
Le dolían los músculos sólo de pensarlo
- ¿Cómo lo haré?
- Lo haremos de la siguiente manera, escucha- siempre que usaba el plural, el atleta no podía evitar pensar "Di lo que quieras, pero el que va a vomitar de extenuación soy yo"- Vamos a correr los 100, cuatro o cinco veces, y después 42 km. ¿Qué te parece? Si todos los días llevamos el mismo ritmo, estaremos listo para lo que sea.
- ¡Pero moriremos en el intento!
- No hombre, morirás en el intento.
PD: Atención Primaria y Urgencias como una misma especialidad, ilustrado.
- ¿Me tengo que entrenar para la maratón y para los 100 metros lisos? ¿A la vez? Eso es imposible
- Aun no sabemos en qué carrera vas a competir, por lo que lo más seguro es tirar por en medio y prepararte para todo.
Le dolían los músculos sólo de pensarlo
- ¿Cómo lo haré?
- Lo haremos de la siguiente manera, escucha- siempre que usaba el plural, el atleta no podía evitar pensar "Di lo que quieras, pero el que va a vomitar de extenuación soy yo"- Vamos a correr los 100, cuatro o cinco veces, y después 42 km. ¿Qué te parece? Si todos los días llevamos el mismo ritmo, estaremos listo para lo que sea.
- ¡Pero moriremos en el intento!
- No hombre, morirás en el intento.
PD: Atención Primaria y Urgencias como una misma especialidad, ilustrado.
Los últimos días del verano (III)
- ¿Cómo estás? -aunque sonaba alegre, la experiencia de tantos años de amistad con él le decía que había un tinte de preocupación sincera.
- Bien, de veras -la experiencia funcionaba en ambos sentidos, por lo que su amigo supo que la entonación despreocupada era sólo fachada.- Salgo a la calle, voy al parque, estoy pensando en hacer un viaje... Pero no estoy seguro de si podré.
- ¿Por la niña, no?
- La quiero con locura, pero es una carga muy pesada. No quería decir "carga", quiero decir "responsabilidad". No quiero que suene como si fuera un incordio.
- No, si ya se que eres feliz con ella. Y va a estar siempre contigo, eso seguro.
Hubo una pausa. La línea telefónica se quedó en silencio durante uno o dos segundos, que parecieron más.
- Se que piensas que me vuelco demasiado en ella pero es todo lo que me queda de ella.
- Un doloroso recuerdo que camina y habla
- Que poético eres a veces.
- Bien, de veras -la experiencia funcionaba en ambos sentidos, por lo que su amigo supo que la entonación despreocupada era sólo fachada.- Salgo a la calle, voy al parque, estoy pensando en hacer un viaje... Pero no estoy seguro de si podré.
- ¿Por la niña, no?
- La quiero con locura, pero es una carga muy pesada. No quería decir "carga", quiero decir "responsabilidad". No quiero que suene como si fuera un incordio.
- No, si ya se que eres feliz con ella. Y va a estar siempre contigo, eso seguro.
Hubo una pausa. La línea telefónica se quedó en silencio durante uno o dos segundos, que parecieron más.
- Se que piensas que me vuelco demasiado en ella pero es todo lo que me queda de ella.
- Un doloroso recuerdo que camina y habla
- Que poético eres a veces.
domingo, 15 de febrero de 2015
La consulta 7
Cansado, prácticamente exhausto, apretó el botón del megáfono.
- Yersinio Sanchez, pase a la consulta siete.
Unos segundos después apareció por la puerta de la susodicha consulta un señor de unos 70 y tantos años -que él sabía que tenía 73 porque tenía delante su historial médico, pero si no, como nosotros, habría dicho que rondaba los 70, porque Yersinio era de esas personas que aparentan su edad, no como otras que son sumamente engañosas- con una jovialidad que contrastaba con la hora de la noche -las dos y media de la madrugada- y con el cansancio del joven médico.
Yersinio pensó que el médico debía rondar los veintitantos a lo sumo, claro que Yersinio siempre tiraba a la baja la edad de la gente en puestos de responsabilidad; era un señor al que le agradaba que esa clase de puestos -médico, abogado, político...- estuvieran ocupados por gente con canas, unas cuantas arrugas y exceso de grasa abdominal, aunque no lo sabía de forma consciente.
El médico comenzó con sus palabras habituales, su rutina con todos los pacientes:
- Sientese, por favor, Yersinio -y esperaba a que tomara asiento. Una vez ahí, pasaba a la siguiente frase automática.- Dígame ¿Que le ocurre?
Ese era un momento crítico, el médico lo sabía por experiencia; si el paciente iba directo al problema, todo iría bien, suave y preciso. Si por el contrario el paciente empezaba su relato refiriéndose a operaciones quirúrgicas, ingresos hospitalarios o visitas a urgencias datados de varios lustros atrás, la cosa no iba a ser tan fluida y por supuesto nada de coser y cantar -aunque tanto al médico como para mí, eso de coser y cantar no suena nada fácil teniendo en cuenta el nulo entrenamiento que poseemos en ambos campos-.
- Pues mire doctor -dijo Yersinio mientras rebuscaba en la carpeta que había traído, repleta de papeles viejos, algunos doblados, otros del revés- en el 92 me operó aquí el doctor Ramírez, no se si lo conocerá...
El largo y a veces tedioso camino de la anamnesis se acababa de hacer más largo, irregular, tortuoso e intrincado. El médico pensaba en ello mientras sonreía y negaba con la cabeza conocer a un tipo que seguramente se jubiló años antes de que el entrara en la facultad. Iba a ser una noche muy larga, una vez más.
- Yersinio Sanchez, pase a la consulta siete.
Unos segundos después apareció por la puerta de la susodicha consulta un señor de unos 70 y tantos años -que él sabía que tenía 73 porque tenía delante su historial médico, pero si no, como nosotros, habría dicho que rondaba los 70, porque Yersinio era de esas personas que aparentan su edad, no como otras que son sumamente engañosas- con una jovialidad que contrastaba con la hora de la noche -las dos y media de la madrugada- y con el cansancio del joven médico.
Yersinio pensó que el médico debía rondar los veintitantos a lo sumo, claro que Yersinio siempre tiraba a la baja la edad de la gente en puestos de responsabilidad; era un señor al que le agradaba que esa clase de puestos -médico, abogado, político...- estuvieran ocupados por gente con canas, unas cuantas arrugas y exceso de grasa abdominal, aunque no lo sabía de forma consciente.
El médico comenzó con sus palabras habituales, su rutina con todos los pacientes:
- Sientese, por favor, Yersinio -y esperaba a que tomara asiento. Una vez ahí, pasaba a la siguiente frase automática.- Dígame ¿Que le ocurre?
Ese era un momento crítico, el médico lo sabía por experiencia; si el paciente iba directo al problema, todo iría bien, suave y preciso. Si por el contrario el paciente empezaba su relato refiriéndose a operaciones quirúrgicas, ingresos hospitalarios o visitas a urgencias datados de varios lustros atrás, la cosa no iba a ser tan fluida y por supuesto nada de coser y cantar -aunque tanto al médico como para mí, eso de coser y cantar no suena nada fácil teniendo en cuenta el nulo entrenamiento que poseemos en ambos campos-.
- Pues mire doctor -dijo Yersinio mientras rebuscaba en la carpeta que había traído, repleta de papeles viejos, algunos doblados, otros del revés- en el 92 me operó aquí el doctor Ramírez, no se si lo conocerá...
El largo y a veces tedioso camino de la anamnesis se acababa de hacer más largo, irregular, tortuoso e intrincado. El médico pensaba en ello mientras sonreía y negaba con la cabeza conocer a un tipo que seguramente se jubiló años antes de que el entrara en la facultad. Iba a ser una noche muy larga, una vez más.
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