domingo, 22 de marzo de 2015

Mi reino

La cama se había convertido en su reino, donde el era soberano sobre su único súbdito: él mismo.
No necesitaba nada más, ni quería nada más. Todo lo que alcanzaba con sus extremidades eran sus dominios, unos dominios blandos, cálidos y suaves, como la brisa de primavera de Levante. Tal vez por eso le gustaba tanto.
Fuera de esas fronteras estaban los enemigos, la tierra hostil, los reinos mezquinos y las responsabilidades, que le asediaban constantemente. El rey levantaba sus defensas se cojines, mantas y edredones, pero los asaltantes tenían a su favor el tiempo; tarde o temprano tendría que salir.
Pero por ahora no. Podía ser rey unas horas más.

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