miércoles, 7 de noviembre de 2018

Flotar

“Nunca serás feliz” me dijo. Aún resuena en mi cabeza como un eco. “Puede” le contesté en ese momento. Y creo que ahora mismo le diría lo mismo. Tal vez esa frase sin contexto pueda malinterpretarse; una vez una amiga me dijo que no me gustaba ser feliz, que me boicoteaba cuando lo era. A ella debió calarle más que a mí ya que me la dijo años después de que le contara la conversación con mi amiga.
A veces creo que tienen razón: disfruto de los pequeños momentos que me va brindando la vida como una napolitana de chocolate o el olor de la hierba recién cortada, pero no de los temas trascendentales, como si no me los mereciera. Me he llegado a castigar con más trabajo, con dormir menos, con un ánimo apático incluso.
Por otro lado ¿Qué es lo trascendente? La rutina, los planes de futuro, la ausencia de una conversación agradable, en pos de una estabilidad que temo era solo inercia. He usado muchas veces esa palabra, inercia, para referirme a relaciones que se mantienen por el hecho de llevar mucho tiempo, sin nada más que la sostenga.
Claro que el problema puede estar en los demás y no en mí.
Como dijo Homer Simpson: “es fácil culparnos a nosotros mismos, pero es aún más fácil culpar a los demás”