"The only thing that burns in hell
Is the part of you that won't let go of your life
Your memories, your attachments"
A node glows in the dark. Brian Yen. Ganadora del National Geographic Photo Contest 2014
No he podido resistirme a esta foto, a esa luz y a esos gestos. Siempre me ha importado mucho la luz.
lunes, 22 de diciembre de 2014
viernes, 28 de noviembre de 2014
Rebuscando en /documentos
He estado mirando entre escritos antiguos, trozos de Word guardados en una carpeta en la que hacía mucho, mucho tiempo que no entraba. Me gustan esos recuerdos que como pisadas en la nieve nos dicen de donde venimos y que permiten a otros entender por qué estamos donde estamos.
Hay recuerdos de los que estoy orgulloso, que me enternecen, que me hacen revivir esos sentimientos tan intensos y otros que querría borrar, con los que cargo a veces.
Como la niña del relato anterior, que es el bagaje emocional del personaje y le impide avanzar, le hace vivir una y otra vez en un pasado que fue, pero ya no es.
Estoy tomando medidas. Eso suena muy fuerte. Estoy teniendo cuidado. Eso suena mejor. Estoy teniendo cuidado de no volver a llevarme cosas que me desagradan, a saber: culpas, remordimientos, miedos, reproches, arrepentimientos, odios... y esa sensación de ser un monstruo, de ser un rey Midas que convierte todo lo que toca en ceniza. Pero no lo estoy haciendo tirando esos recuerdos y viviendo la vida como un psicópata, no. Estoy intentando hacer las cosas bien.
Quién me ha visto y quién me ve. Debo tener un parásito cerebral o similar. O tal vez es todo una ilusión y cuando dentro de 8 años lea esto, piense lo mismo que he pensado hoy.
Hay recuerdos de los que estoy orgulloso, que me enternecen, que me hacen revivir esos sentimientos tan intensos y otros que querría borrar, con los que cargo a veces.
Como la niña del relato anterior, que es el bagaje emocional del personaje y le impide avanzar, le hace vivir una y otra vez en un pasado que fue, pero ya no es.
Estoy tomando medidas. Eso suena muy fuerte. Estoy teniendo cuidado. Eso suena mejor. Estoy teniendo cuidado de no volver a llevarme cosas que me desagradan, a saber: culpas, remordimientos, miedos, reproches, arrepentimientos, odios... y esa sensación de ser un monstruo, de ser un rey Midas que convierte todo lo que toca en ceniza. Pero no lo estoy haciendo tirando esos recuerdos y viviendo la vida como un psicópata, no. Estoy intentando hacer las cosas bien.
Quién me ha visto y quién me ve. Debo tener un parásito cerebral o similar. O tal vez es todo una ilusión y cuando dentro de 8 años lea esto, piense lo mismo que he pensado hoy.
martes, 30 de septiembre de 2014
Los últimos días del verano (II)
Nos sentamos en un banco, cerca de árbol tan grande que debía estar allí antes de la guerra.
Me hizo por enésima vez la misma pregunta, para la que ya me costaba encontrar respuestas sin sonar excesivamente repetitivo ni recurrir a excusas religiosas.
- ¿Dónde está mamá?
- Simplemente, ya no está.
- ¿A dónde se ha ido?
Sabía que su cerebro no era lo suficientemente maduro como para entender la idea de la muerte, pero lo seguía intentando.
- Todo ser vivo, como aquel señor de allí y su perro, este árbol o tu y yo, habrá un día que dejemos de estar vivos, que ya no estemos.
Se quedó pensativa. Para mi suerte, empezó a llover, con grandes gotas frías que se estrellaban contra el suelo. Abrí el paraguas y le di la mano.
- Lo entenderás cuando seas mayor, mi vida. Vamos a casa.
Me hizo por enésima vez la misma pregunta, para la que ya me costaba encontrar respuestas sin sonar excesivamente repetitivo ni recurrir a excusas religiosas.
- ¿Dónde está mamá?
- Simplemente, ya no está.
- ¿A dónde se ha ido?
Sabía que su cerebro no era lo suficientemente maduro como para entender la idea de la muerte, pero lo seguía intentando.
- Todo ser vivo, como aquel señor de allí y su perro, este árbol o tu y yo, habrá un día que dejemos de estar vivos, que ya no estemos.
Se quedó pensativa. Para mi suerte, empezó a llover, con grandes gotas frías que se estrellaban contra el suelo. Abrí el paraguas y le di la mano.
- Lo entenderás cuando seas mayor, mi vida. Vamos a casa.
viernes, 19 de septiembre de 2014
Los últimos días del verano (I)
Me la llevé al parque. Estaba tan ilusionada que no paraba de mirarme con esos ojos inmensos, casi sin parpadear. Su mirada, vivaz y expectante, me seguía fascinando. Cuando llegamos la llevé de la mano cerca del estanque, en donde la fuente estaba encendida. Alrededor la gente paseaba a sus perros bien cuidados, y soplaba una brisa suave que nos recordaba el final de la estación y mecía algunos de sus mechones sueltos.
-¿Te gusta?- le pregunté sabiendo la respuesta.
Me sonrió con esa sonrisa suya contagiosa y alegre.
-No solía estar encendida cuando veniamos tu madre y yo.- le dije intentando ocultar la melancolía en mi voz.
Elegimos uno de los caminos al azar y comenzanos a caminar, a veces de la mano, a veces ella correteaba delante de mí, o se agachaba para ver una hoja en en suelo que le llamaba la atención o se acercaba a alguno de los perros. Disfrutaba viéndola explorar el mundo, descubriendo nuevas formas, colores, sonidos... Me sentía culpable por no poder acopañarla en ese viaje, pero aun me sentía responsable por el accidente de su madre y cada segundo con ella era un recuerdo vivo de sus ojos, de su gesto, de lo que la hacía única y especial.
-¿Te gusta?- le pregunté sabiendo la respuesta.
Me sonrió con esa sonrisa suya contagiosa y alegre.
-No solía estar encendida cuando veniamos tu madre y yo.- le dije intentando ocultar la melancolía en mi voz.
Elegimos uno de los caminos al azar y comenzanos a caminar, a veces de la mano, a veces ella correteaba delante de mí, o se agachaba para ver una hoja en en suelo que le llamaba la atención o se acercaba a alguno de los perros. Disfrutaba viéndola explorar el mundo, descubriendo nuevas formas, colores, sonidos... Me sentía culpable por no poder acopañarla en ese viaje, pero aun me sentía responsable por el accidente de su madre y cada segundo con ella era un recuerdo vivo de sus ojos, de su gesto, de lo que la hacía única y especial.
martes, 16 de septiembre de 2014
Echoes of past events, nudge the tiller on my present course. I await its reflection in the future.
El título es una nota, en forma de poema, que deja Scorcher en el capítulo "Hitman" de Hora de Aventuras, que se podría traducir por algo así como: Los ecos del pasado mueven el timón de mi presente rumbo. Espero sus reflejos en el futuro.
No queda claro si es una referencia al posible pago en el futuro de sus servicios, o si se trata de algo más profundo, una reflexión sobre lo determinados que estamos en el presente por nuestro pasado y de cómo ello condiciona nuestro futuro.
No estoy especialmente inspirado, por lo que no divagaré aquí por miedo a escribir algo de lo que pueda avergonzarme más tarde, pero si que quería pensar en letra escrita sobre esa frase que me ha llegado de sopetón mientras cenaba en un día que no ha existido y que olvidaré, por completo, mañana.
No queda claro si es una referencia al posible pago en el futuro de sus servicios, o si se trata de algo más profundo, una reflexión sobre lo determinados que estamos en el presente por nuestro pasado y de cómo ello condiciona nuestro futuro.
No estoy especialmente inspirado, por lo que no divagaré aquí por miedo a escribir algo de lo que pueda avergonzarme más tarde, pero si que quería pensar en letra escrita sobre esa frase que me ha llegado de sopetón mientras cenaba en un día que no ha existido y que olvidaré, por completo, mañana.
lunes, 1 de septiembre de 2014
El sonido de la ciudad
Se sentó -más bien se dejó caer- en la silla que le iba a permitir ver bien la Gran Vía, los edificios, el tráfico y el atardecer. Otros días le habría interesado más la gente que pasaba por la calle, pero hoy no. Su interés habitual por las personas se basaba más en la observación que en la interacción, pero incluso eso había disminuido en las últimas semanas. Las dos chicas de la mesa a su derecha hablaban muy alto sobre lo que le pareció chorradas, aunque apenas llegó a escuchar nada porque se puso el auricular derecho para evitar el parloteo, mientras su oído izquierdo aun podía captar los motores, las sirenas, el bullicio.
Cada vez que pasaba una ambulancia con la sirena puesta se imaginaba en ella, como llevaba años haciendo.
Cuando terminó su té, se fue. Las dos chicas seguían allí, siendo un obstáculo para su salida. Recordó la última vez que la gente de la calle, como ahora, se habían convertido en manchas borrosas. No eran recuerdos agradables.
Ni correr, ni sudar hasta que empapó la camiseta le ayudaron a no pensar, hasta que estuvo tan exhausto que su cerebro simplemente dejó las tareas complejas a un lado y se dedicó sólo a lo más básico, sobrevivir.
Cada vez que pasaba una ambulancia con la sirena puesta se imaginaba en ella, como llevaba años haciendo.
Cuando terminó su té, se fue. Las dos chicas seguían allí, siendo un obstáculo para su salida. Recordó la última vez que la gente de la calle, como ahora, se habían convertido en manchas borrosas. No eran recuerdos agradables.
Ni correr, ni sudar hasta que empapó la camiseta le ayudaron a no pensar, hasta que estuvo tan exhausto que su cerebro simplemente dejó las tareas complejas a un lado y se dedicó sólo a lo más básico, sobrevivir.
viernes, 29 de agosto de 2014
Dándole la espalda a lo trascendente
Me he dado la vuelta, no quiero verlo. Me centro en las cosas que ocurren a mi alrededor, pequeñas, diminutas, del día a día. Como el náufrago que para evitar perder la cabeza sobrevive cada nuevo amacer planeando su siguiente paso sin meditar sobre la muerte a corto-medio plazo ya que le están buscando en las coordenadas equivocadas del Pacífico.
Las cosas ocurren a mi alrededor como si no tuvieran que ver conmigo, aunque sí sea así. Me veo en mitad de un camino rodeado de árboles mientras el viento levanta las hojas secas. La mayoría vuelan lejos de mí y las que me tocan no producen efecto alguno.
De la misma manera, escribir aquí se ha convertido en una manera de hablar a solas, de balbucear más bien, porque tengo la sensación de que cada vez escribo peor. El otro día pasé por una carretera que era exactamente igual a la que imaginé para la entrada de "La nacional". Por muy bien que me sienta físicamente, el ser consciente de que sería incapaz de volver a escribir algo como eso provocó una necrosis masiva dentro de mi cuerpo.
Las cosas ocurren a mi alrededor como si no tuvieran que ver conmigo, aunque sí sea así. Me veo en mitad de un camino rodeado de árboles mientras el viento levanta las hojas secas. La mayoría vuelan lejos de mí y las que me tocan no producen efecto alguno.
De la misma manera, escribir aquí se ha convertido en una manera de hablar a solas, de balbucear más bien, porque tengo la sensación de que cada vez escribo peor. El otro día pasé por una carretera que era exactamente igual a la que imaginé para la entrada de "La nacional". Por muy bien que me sienta físicamente, el ser consciente de que sería incapaz de volver a escribir algo como eso provocó una necrosis masiva dentro de mi cuerpo.
miércoles, 30 de julio de 2014
Protégeme
Protégeme de los demonios de mi interior, de mí mismo. De hacerte daño. Busco tu cuerpo y tu calor como una hoguera en un bosque lluvioso. Hazme ser bueno. Quiero perderme en ti y que inundes mis sueños para evitar que vuelva a soñar con monstruos del pasado.
Dame paz conmigo mismo. Satura mis sentidos para que no pueda pensar en nada más que en ti.
Dame paz conmigo mismo. Satura mis sentidos para que no pueda pensar en nada más que en ti.
martes, 29 de julio de 2014
sábado, 14 de junio de 2014
La tormenta que no existe
Escribo sobre mares en donde me gustaría estar y sobre calles por las que paso todos los días. Intento plasmar lo que siento o lo que me hacen sentir, de una manera burda, torpe y siempre a medias. No soy tan bueno como para transmitir el torbellino de emociones que me va de la nuca a las manos cuando conduzco y suena Mighty Micro People de Amon Tobin. Ni la serenidad extraña que me provoca el viento en mi piso, que mueve los estores y los hace chocar contra las ventanas y me recuerda al ruido que hacen los cabos sobre los mástiles de los veleros.
A veces creo estar en un barco en mitad de la tormenta. A veces hago algo para contrarrestar lo que ocurre a mi alredor, otras veces sólo espero a que pase y en ocasiones no hago nada en absoluto.
Pero no es un barco ni hay tormenta; es mi vida y se está acabando minuto a minuto mientras yo estoy aquí, mirando un mar que no existe.
A veces creo estar en un barco en mitad de la tormenta. A veces hago algo para contrarrestar lo que ocurre a mi alredor, otras veces sólo espero a que pase y en ocasiones no hago nada en absoluto.
Pero no es un barco ni hay tormenta; es mi vida y se está acabando minuto a minuto mientras yo estoy aquí, mirando un mar que no existe.
lunes, 19 de mayo de 2014
Echo de menos el desierto
Echo de menos el desierto, ese desierto beige y terroso salpicado de plantas oscuras, rastreras y polvorientas de tallos duros y poco delicados. También los interminables limoneros que se extienden hasta alguna pequeña loma donde crece un pequeño pino retorcido. La lluvia que cae muy de cuando en cuando moja brevemente el suelo cuarteado y termina seguramente en algún pozo subterráneo fresco y desconocido.
El sol parece allí quemar más que en el resto del país, como si en lugar de darte una suave caricia su luz te mordiera la piel. El aire caliente sumerje todo el ambiente en un líquido pegajoso en el que cuesta respirar.
Y por fin, el mar; el desierto se acerca al agua salada y tranquila del Mediterráneo. La ocasional sombra de alguna palmera y el viento fresco y húmedo dan una pequeña tregua.
El sol parece allí quemar más que en el resto del país, como si en lugar de darte una suave caricia su luz te mordiera la piel. El aire caliente sumerje todo el ambiente en un líquido pegajoso en el que cuesta respirar.
Y por fin, el mar; el desierto se acerca al agua salada y tranquila del Mediterráneo. La ocasional sombra de alguna palmera y el viento fresco y húmedo dan una pequeña tregua.
domingo, 20 de abril de 2014
La teoría de la relatividad de las rosas
Mientras corría vi una rosa roja en un rosal y al fondo aquel edificio gris y feo en el que me fijo siempre. El contraste era bonito, más bonito que la rosa en si.
Relatividad, supongo.
Relatividad, supongo.
lunes, 24 de marzo de 2014
Nunca he visto el océano, no como éste
Me adentré en el océano y nadé sin parar, sin pensar. Mis músculos comenzaron a arder y a quejarse pero yo sólo les pedí que siguieran adelante, hacia el horizonte, un horizonte azul en el que la línea entre el cielo y el agua se borraba lentamente mientras pasaban las horas. Al mismo tiempo debajo de mi la oscuridad me observaba en silencio.
Cuando no pude más paré; mirando atrás ya no veía la costa, una observación banal y superflua, pues me daba igual. Mi piel se helaba poco a poco con la inactividad de mi cuerpo mientras las olas me mecían elevándome y descendiéndome de forma tan suave que parecía a propósito.
Estaba lejos de todo y entonces me hundí. Y la oscuridad me aceptó, en silencio.
Cuando no pude más paré; mirando atrás ya no veía la costa, una observación banal y superflua, pues me daba igual. Mi piel se helaba poco a poco con la inactividad de mi cuerpo mientras las olas me mecían elevándome y descendiéndome de forma tan suave que parecía a propósito.
Estaba lejos de todo y entonces me hundí. Y la oscuridad me aceptó, en silencio.
miércoles, 29 de enero de 2014
Ocurre todos los días
Aminoré el paso mientras iba por la calle cuando vi el atardecer al sobrepasar el enorme edificio, mostrándose ante mi. Casi me quedé parado mirándolo. Nadie más parecía verlo. El cielo estaba lleno de pequeñas nubes blancas y grises que se teñían de rojo mientras que el disco solar brillaba apagado tras otra nube en el horizonte. El resto de viandantes pasaba de largo, sin percatarse de ello. Tuve ganas de sentarme y pasar allí el tiempo que quedara de luz, dejando que el espectáculo natural que ocurre todos los días se desarrollara frente a mí.
Me gustan las nubes.
domingo, 19 de enero de 2014
Llevar siempre encima los auriculares "por si acaso"
Caminado por la calle a veces me siento más ligero, como si una burbuja dentro de mi pecho me elevara. En otras ocasiones los pies se me vuelven de cemento y me cuesta dar cada paso. Cada cambio de canción en el móvil hace que mi percepción del mundo cambie, que me encuentre en mitad de un película de espías o a punto de ver al amor de mi vida.
Mi día a día tiene banda sonora y ocupa más de 23 Gb de espacio.
Mi día a día tiene banda sonora y ocupa más de 23 Gb de espacio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)