Me quedé mirando el motor humeante como si supiera algo de coches. Mi Land Rover Santana del 81 me acaba de dejar tirado en algún lugar de este páramo amarillo, y no parecía que fuera a salir de esta. Pasé la mano por el capó “Son ya muchos años”
El sol pegaba fuerte, porque aunque el verano tarde en llegar a esta seca meseta, llega con ganas. Bebí un poco del agua que llevaba en el coche; puaj, estaba tibia.
Como no, mi móvil no tenía cobertura. Me senté en el quitamiedos, esperando por si pasaba alguien. Era poco probable, apenas había encontrado a nadie durante el viaje.
Después de un par de horas de desesperación, al fin apareció alguien en aquella maldita nacional. Era un coche gris, viejo y sucio. Tan sucio que tal vez era de otro color. Se paró lentamente detrás de mi coche y salió su conductor. Cuarenta y tantos, medio calvo, bajito y gordo, llevando un bigote como si estuviéramos en 1974.
-¿Tiene algún problema? ¿El coche le ha dejado tirado?
-Pues me temo que sí y no entiendo nada de coches.
Ver a un ser humano era reconfortante, aunque fuera éste.
-Déjeme ver, a ver si podemos hacer algo- dijo mientras se remangaba su camisa en otro tiempo blanca, ahora ligeramente amarilla con finas rayas rojas.
Se puso delante del motor y empezó al cacharrear en él. Yo, al lado, miraba interesando, a ver si se me pegaba algo.
-Y dígame, si no le importa que pregunte, ¿de dónde es usted? Es que con las nuevas matrículas estas europeas ya no se sabe de dónde es la gente.
-Soy de Valencia, he venido a ver a unos familiares que suelo ver poco.
-Ah, con este sol, echará de menos la playa- me dijo en tono jovial.
-Ya lo creo que sí. Por cierto, me llamo Ángel.
-Yo soy Primitivo, encantado. Bueno, esto ya está. Le servirá para llegar hasta un taller y allí que se lo arreglen de verdad, no esta chapuza que he hecho yo ahora.
-Le estoy muy agradecido, no sé qué hubiera hecho si no hubiera aparecido usted.
-Pues no le voy a negar que no haya tenido suerte. De vez en cuando veo algún coche lleno de portugueses o peor aún, de moros.
De pronto, la situación se volvió tensa, o al menos así lo sentí yo. “Vamos, improvisa algo, sal del paso y despídete de este amable racista” Me dije a mí mismo.
-Sí, que mal está el mundo...- “¿Eso es todo lo que se te ocurre?”
-Y España, peor. Bueno, no quiero hablar de política, que me enciendo.
-¡Bueno, que tenga un buen viaje, y gracias otra vez!- no podía dejar de pensar en huir de esta incómoda situación corriendo hacia el coche y perdiéndome en el horizonte.
-¡Igualmente!- se subió a su coche (no sin dificultad) y arrancó. Cuando pasó a mi lado escuché que tenía puestas coplas en el radio-casette.
Casi cuando ya no lo veía, puse las llaves en el contacto. “La España profunda ataca de nuevo” me dije “nada mejor para sentirse como en casa.”
2 comentarios:
España es un país con muy mala leche.
Ufff con los portugueses,, son como la malaria, ¡peores que judíos! xDDD
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