Todos habían sido dados por muertos, nadie podía confiar en que hubiera supervivientes. Tampoco había nadie para buscarlos, ni siquiera para darles la bienvenida. Lo único de lo que se podían fiar era de la gente que estuviera a tu lado, cubriéndote las espaldas. Esos compañeros lo eran todo. Esos pequeños grupos de personas aun no infectadas habían desarrollado principios parecidos a los que hay entre algunos cuerpos militares: nunca se deja a nadie atrás.
Vivir un día más era la única meta a largo plazo, y pensar más allá de mañana era descorazonador, así que simplemente no se pensaba. Mantener las armas a punto, tener comida y un lugar para dormir era suficiente para llenar las mentes aterrorizadas de esas personas. La confianza en otro ser humano, otrora algo raro y difícil de conseguir, era la norma. Confianza vital y ciega ante la expectativa de una muerte segura.
Fuera del grupo, no había nada; ni familia, ni amigos, ni conocidos. Tu compañero se convertía en tu hermano y su vida se convertía en tu vida.
Todo lo demás, había sido dado por muerto.
PD: el Left 4 Dead mola inconmensurablemente.
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