En la celda de la compañía, mirando ensimismada los reflejos que provocaban las luces del techo en su espada, estaba Ariel. Los demás estaban por ahí, no estaba muy segura de dónde, pero en ese momento no le importaba.
Después del embarazoso momento de la gruta, dudaba de su capacidad de liderazgo y su confianza en sí misma. “¿Qué clase de miguelita soy si me dejo llevar por mis impulsos?”
Kiel... Kiel el atrevido, valiente, arrojado, astuto, sagaz, hábil e inteligente urielita. Por un momento, Ariel dejó de vituperarse para pensar en él. “Es tan irritante, parece que le encanta hacerme rabiar. La próxima vez que lo vea le diré que estoy harta de su comportamiento, que tiene que acatar las órdenes y trabajar en equipo.” Convencida de su resolución y con nuevas energías, se dispuso a salir para reunir a su compañía entera y hacer algunos entrenamientos y reforzar así un poco su autoridad.
En el momento en el que iba a abandonar la celda, entró Kiel. Ariel le miró a los ojos, decidida a hacerlo. Intentó modular su voz para que sonara firme, pero no represiva.
-Te estaba buscando. Quiero decirt...
Kiel se acercó a ella, le dió un beso en la mejilla y susurró:
-Siento lo de antes.
Ariel se quedó congelada, completamente sorprendida y ligeramente ruborizada mientras Kiel salía de la celda. “¿ Por qué el... Qué...?” Se sentó en el suelo, hasta que sus piernas dejaran de temblar. Escuchó como fuera había dejado de llover, por ahora.
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