Ariel salió de la celda cuando se hubo calmado, alejando de su mente cualquier pensamiento sobre Kiel. Se encontró con Ambiel, la rafaelita; Ambiel era pequeña, morena de piel pálida y ojos profundamente azules. Sus manos, suaves y cálidas, cuidaban y curaban a sus compañeros como si las de una madre se trataran.
-Pareces preocupada ¿pasa algo?- preguntó Ambiel.
-No, nada- mintió Ariel, que en ese momento odió la habilidad que tenía la rafaelita de leer los sentimientos de la gente.
-¿Tenemos misión?- dijo Ambiel obviando la mentira de su compañera.
-Si, reúne a los demás, el Abt quiere que vayamos a explorar en profundidad los alrededores de esa gruta, cree que puede haber más objetos de valor y tal vez los herejes que las guardan.
Ya en la plataforma de vuelo, con toda la compañía, Ariel se dirigió a ellos, con palabras secas y escuetas. “Haced cada uno lo que Dios quiso que hagáis, y venceremos”
Los cinco Engels alzaron el vuelo y descendieron hacia la capa de nubes que se encontraba por debajo de ellos, perdiéndose en su espesura.
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