Aprovechando que me ha llegado hoy, al fin:
(...)
Perdí la conciencia y cuando volví en mí, un hombre con barba al que no había visto antes en toda mi vida- aunque me resultaba extrañamente familiar- se ofreció a ayudarme a levantarme. Parecía como si brotaran huesos y restos de formas de vida primitivas del suelo debajo de sus pies, y su voz sonaba cálida y agradable. Le pregunté si había visto a mis compañeros. Respondió que los había visto, pero que no estaba seguro de si yo los volvería a ver. Sin embargo, esas palabras no tenían mucho sentido para mí, y simplemente le miré. Añadió que mi viaje no había terminado y que debía continuar siguiendo mi destino. Debí desmayarme otra vez en ese momento, y cuando me desperté más tarde, el misterioso caminante se había desvanecido sin dejar rastro. La única cosa que evitó que pensara que se trataba de un fantasma fue el hecho de que había un estrecho camino de pequeños huesos y conchas marinas hasta donde recuperé el conocimiento. Cuanto más lo miraba, más desaparecía.
(...)
Engel. Creatures of the Dreamseed
jueves, 28 de mayo de 2009
lunes, 25 de mayo de 2009
Diario Espacial. Fecha: mírala ahí arriba.
Estoy harto de estudiar para este examen. Será dentro de 7 horas y media, pero es que ya no puedo más.
Además Spielberg es un germanófobo. Lo digo aquí ya alguien me censuró. De hecho, me da igual, ya que creo que los tres que leéis esto sabéis lo que aborrezco a ese director.
Por cierto, hoy en una de las bibliotecas de mi campus había goteras y se mojaron algunos libros. Para que luego digan del plan aquel. Lo que destruirá la Universidad son los desastres medioambientales, como en las películas malas de antena tres de después de comer.
Y se ha fundido la bombilla del flexo y tengo que estar aquí con la horrible luz del techo.
Y Linux Mint funcionará mejor que Sabayon, pero adoraba ese sistema, de verdad que si.
Y (y esta es la última Y) cada vez me gusta más Dido.
Y recuerda: detrás de ti... sólo estás tú.
Además Spielberg es un germanófobo. Lo digo aquí ya alguien me censuró. De hecho, me da igual, ya que creo que los tres que leéis esto sabéis lo que aborrezco a ese director.
Por cierto, hoy en una de las bibliotecas de mi campus había goteras y se mojaron algunos libros. Para que luego digan del plan aquel. Lo que destruirá la Universidad son los desastres medioambientales, como en las películas malas de antena tres de después de comer.
Y se ha fundido la bombilla del flexo y tengo que estar aquí con la horrible luz del techo.
Y Linux Mint funcionará mejor que Sabayon, pero adoraba ese sistema, de verdad que si.
Y (y esta es la última Y) cada vez me gusta más Dido.
Y recuerda: detrás de ti... sólo estás tú.
domingo, 10 de mayo de 2009
La gruta del acantilado
Fra Sanchetd estaba a punto de abrir el libro, por así decirlo, que había encontrado la compañía de Ariel esa mañana. Y es que no estaba encuadernado, sólo eran unas cuantas hojas, aunque su numeración cuadraba. La primera hoja no tenía nada escrito, sólo tenía la numeración en la esquina derecha. En la siguiente empezaba diciendo:
''Primer cápitulo. Toma de contacto. Sam había vuelto de su viaje a Japón...''
En la mañana de aquel día Ariel y su compañía estaban haciendo una patrulla rutinaria por los alrededores. Recorrieron volando algunas de las partes más complicadas y escarpadas, llenas de acantilados y cañones estrechos. En uno de los acantilados, Kiel vió una entrada a una gruta, un poco por encima del nivel del agua. Como no podía ser de otra forma, simplemente abandonó la formación y descendió hacia la entrada. Ariel no dijo nada, se limitó a fulminar con la mirada al intrépido -y a veces estúpido- urielita y a dirigir a los demás hacia la entrada de la cueva. Kiel llegó hasta la entrada, se quedó un par de segundos delante, en el aire. Las olas que rompían debajo de él le salpicaban con pequeñas gotitas y entró al no reconocer ningún peligro evidente. cuando Ariel y los demás llegaron, Kiel estaba sentado delante de un baúl, rebuscando en él.
-Kiel, cuant...-empezó a decir Ariel
-Shh, mira lo que he encontrado-Kiel se levantó y arrastró el baúl hacia los demás- ¡hay un montón de cosas!
Todos se pusieron a mirar dentro del baúl, excepto Ariel. Apretaba los puños con fuerza y hacía un gran esfuerzo por alejar los malos pensamientos de su cabeza. Pensamientos de rabia.
-No es que desobedezcas mi órdenes, es que me ignoras por completo- dijo Ariel en el tono más neutro que pudo- y estoy hartándome de eso.
-Vamos, no te pongas tan mandona, estas todo el día gritando y diciéndonos lo que debemos hacer.
-Porque soy la que Dios ha designado para ser vuestra líder.
-Bah- dijo Kiel mientras le daba la espalda y se disponía a seguir hurgando en el baúl.
Ariel no pudo retener más su furia. Un halo dorado apareció a su alrededor y sus ojos brillaban como si tuvieran luz propia. La cueva, antes débilmente iluminada por el sol nublado, quedó bañada por la luz que Ariel irradiaba.
Todos se quedaron mirándola, inmóviles, sorprendidos, atónitos y algo asustados. Cuando Ariel se dió cuenta de que había activado su potesta Corona, paró inmediatamente y salió de la cueva. Se sentó en el borde del acantilado y estuvo mirando el océano hasta que los demás regresaron. Llevaban el baúl entre dos. Sin mediar palabra, todos echaron a volar de vuelta al monasterio.
''Primer cápitulo. Toma de contacto. Sam había vuelto de su viaje a Japón...''
En la mañana de aquel día Ariel y su compañía estaban haciendo una patrulla rutinaria por los alrededores. Recorrieron volando algunas de las partes más complicadas y escarpadas, llenas de acantilados y cañones estrechos. En uno de los acantilados, Kiel vió una entrada a una gruta, un poco por encima del nivel del agua. Como no podía ser de otra forma, simplemente abandonó la formación y descendió hacia la entrada. Ariel no dijo nada, se limitó a fulminar con la mirada al intrépido -y a veces estúpido- urielita y a dirigir a los demás hacia la entrada de la cueva. Kiel llegó hasta la entrada, se quedó un par de segundos delante, en el aire. Las olas que rompían debajo de él le salpicaban con pequeñas gotitas y entró al no reconocer ningún peligro evidente. cuando Ariel y los demás llegaron, Kiel estaba sentado delante de un baúl, rebuscando en él.
-Kiel, cuant...-empezó a decir Ariel
-Shh, mira lo que he encontrado-Kiel se levantó y arrastró el baúl hacia los demás- ¡hay un montón de cosas!
Todos se pusieron a mirar dentro del baúl, excepto Ariel. Apretaba los puños con fuerza y hacía un gran esfuerzo por alejar los malos pensamientos de su cabeza. Pensamientos de rabia.
-No es que desobedezcas mi órdenes, es que me ignoras por completo- dijo Ariel en el tono más neutro que pudo- y estoy hartándome de eso.
-Vamos, no te pongas tan mandona, estas todo el día gritando y diciéndonos lo que debemos hacer.
-Porque soy la que Dios ha designado para ser vuestra líder.
-Bah- dijo Kiel mientras le daba la espalda y se disponía a seguir hurgando en el baúl.
Ariel no pudo retener más su furia. Un halo dorado apareció a su alrededor y sus ojos brillaban como si tuvieran luz propia. La cueva, antes débilmente iluminada por el sol nublado, quedó bañada por la luz que Ariel irradiaba.
Todos se quedaron mirándola, inmóviles, sorprendidos, atónitos y algo asustados. Cuando Ariel se dió cuenta de que había activado su potesta Corona, paró inmediatamente y salió de la cueva. Se sentó en el borde del acantilado y estuvo mirando el océano hasta que los demás regresaron. Llevaban el baúl entre dos. Sin mediar palabra, todos echaron a volar de vuelta al monasterio.
sábado, 2 de mayo de 2009
Primer cápitulo. Toma de contacto.
Sam había vuelto de su viaje a Japón. Pensó en que era demasiada gente en demasiado poco espacio. Su apartamento le esperaba, vacío y oscuro. Un diminuto apartamento con las persianas semi bajadas dejando pasar sólo un poco del escaso sol que alumbraba la ciudad a esa hora del día, que agonizaba lenta y anaranjadamente. Jamás abría las ventanas. Se alegró de volver a encontrar su ordenador, ronroneando, como siempre, iluminando de luz verdosa y mortecina la habitación.
Antes de ni siquiera pudiera deshacer la escasa maleta le sonó el teléfono móvil. Su jefe, una especie de cromañón conservado hasta nuestros días.
Fue una conversación corta. Sam debía ir a la escena de un crimen inmediatamente. ''Aun estoy en mi día de vacaciones'' pensó. Pero quedarse en casa para jugar al ordenador tampoco sonaba demasiado apasionante. Sam cogió su portátil y se marchó.
No tenía coche. Tampoco lo hubiera usado. El autobús le dejó justo enfrente del aparcamiento donde un hombre había sido atracado a punta de navaja. ''¿Y me necesitan para esta mierda?'' pensó mientras se acercaba hacia su jefe, con su usual cara de imbécil, de cromañón.
-Ese tío de ahí es un importante empresario. Y le acaban de robar unos tíos bastante organizados. La cosa es que le han robado algo muy importante: un teléfono móvil o algo así. Necesitamos que lo encuentres.
A Sam le repateaba la forma de hablar de su jefe, y siempre deseaba golpearle repetidamente en la cara pero, a)no era lo suficientemente fuerte y su estúpido jefe le habría aplastado la cabeza como si fuera un huevo duro y b)necesitaba ese trabajo. Sam, sin ni siquiera contestar nada al cromañón directamente fue hasta donde estaba el susodicho empresario. ''Podría ser más prototípico, pero es difícil. Traje caro, repeinado y con una cartera de cuero del bueno. Y por supuesto, cara de arrogancia'' pensó Sam.
-Hola, soy Sam Sinul, el tecnopolicía de su caso.
-Hola, yo soy Hans van Kronnen, vicepresidente de Necron Corporation.
-¿Necron Corporation? ¿Es esa empresa que mezcla células muertas y nanochips?
-Bueno, eso es sólo una de nuestras investigaciones. Pero eso no viene al caso. Esta tarde me han robado mi teléfono móvil aquí mismo y tenía información muy muy importante ahí.
-Si, ya veré el informe que harán mis compañeros. Lo que necesito que me diga son las cosas que ellos jamás apuntarían: modelo, nº de serie, modificaciones que le haya hecho...
-Me temo que no puedo darle muchos datos, era un prototipo que está probando nuestra empresa.
-Eso hará más difícil todo esto...
-Pero lo que sí tenía era el GPS activado y está permanentemente conectado a Internet.
-Bueno, veré a ver que puedo hacer.-Sam encendió su ordenador y lo puso encima del capó del carísimo coche del empresario adrede, que hizo una mueca.-Creo que han desconectado el teléfono. Será mejor que se vaya a casa, voy a necesitar trabajar mucho más en esto.
Sam se dispuso a irse, cuando Hans se acercó a él y le preguntó en voz baja:
-¿Puede acceder al contenido del terminal si lo logra rastrear?-Se notaba una mezcla de miedo y angustia en su voz.
-Por supuesto que no-mintió Sam. Ahora si que no podría resistirse a ver que había dentro cuando diera con él.
Antes de ni siquiera pudiera deshacer la escasa maleta le sonó el teléfono móvil. Su jefe, una especie de cromañón conservado hasta nuestros días.
Fue una conversación corta. Sam debía ir a la escena de un crimen inmediatamente. ''Aun estoy en mi día de vacaciones'' pensó. Pero quedarse en casa para jugar al ordenador tampoco sonaba demasiado apasionante. Sam cogió su portátil y se marchó.
No tenía coche. Tampoco lo hubiera usado. El autobús le dejó justo enfrente del aparcamiento donde un hombre había sido atracado a punta de navaja. ''¿Y me necesitan para esta mierda?'' pensó mientras se acercaba hacia su jefe, con su usual cara de imbécil, de cromañón.
-Ese tío de ahí es un importante empresario. Y le acaban de robar unos tíos bastante organizados. La cosa es que le han robado algo muy importante: un teléfono móvil o algo así. Necesitamos que lo encuentres.
A Sam le repateaba la forma de hablar de su jefe, y siempre deseaba golpearle repetidamente en la cara pero, a)no era lo suficientemente fuerte y su estúpido jefe le habría aplastado la cabeza como si fuera un huevo duro y b)necesitaba ese trabajo. Sam, sin ni siquiera contestar nada al cromañón directamente fue hasta donde estaba el susodicho empresario. ''Podría ser más prototípico, pero es difícil. Traje caro, repeinado y con una cartera de cuero del bueno. Y por supuesto, cara de arrogancia'' pensó Sam.
-Hola, soy Sam Sinul, el tecnopolicía de su caso.
-Hola, yo soy Hans van Kronnen, vicepresidente de Necron Corporation.
-¿Necron Corporation? ¿Es esa empresa que mezcla células muertas y nanochips?
-Bueno, eso es sólo una de nuestras investigaciones. Pero eso no viene al caso. Esta tarde me han robado mi teléfono móvil aquí mismo y tenía información muy muy importante ahí.
-Si, ya veré el informe que harán mis compañeros. Lo que necesito que me diga son las cosas que ellos jamás apuntarían: modelo, nº de serie, modificaciones que le haya hecho...
-Me temo que no puedo darle muchos datos, era un prototipo que está probando nuestra empresa.
-Eso hará más difícil todo esto...
-Pero lo que sí tenía era el GPS activado y está permanentemente conectado a Internet.
-Bueno, veré a ver que puedo hacer.-Sam encendió su ordenador y lo puso encima del capó del carísimo coche del empresario adrede, que hizo una mueca.-Creo que han desconectado el teléfono. Será mejor que se vaya a casa, voy a necesitar trabajar mucho más en esto.
Sam se dispuso a irse, cuando Hans se acercó a él y le preguntó en voz baja:
-¿Puede acceder al contenido del terminal si lo logra rastrear?-Se notaba una mezcla de miedo y angustia en su voz.
-Por supuesto que no-mintió Sam. Ahora si que no podría resistirse a ver que había dentro cuando diera con él.
Aburrido, muy aburrido
El bueno de Jack ''el obrero'' estaba cenando con su familia. Una familia normal por aquellos lares, pero que 500 kilómetros más allá les hubieran considerado para ser usado para alimentar las llamas de la pira de la plaza. Es que más allá eran un poco pasionales. La familia constaba de cuatro miembros y medio, tal y como establecían las estadísticas. ''Si el estado lo dice será por algo'', decía siempre el bueno de Jack ''el obrero''. Así que a su segundo hijo lo partió por la mitad. Pero lo hizo cuando era pequeño, como con los agujeros de las orejas, para que no recordara el dolor. Los otros dos hijos de Jack estaban enteros, era una chica casi mujer, a la cual ya sólo le faltaba por convertir algunos órganos en mujer-órganos. No había realmente mucha diferencia, pero si alguna relacionada con secreciones. El otro hijo era un niño lagarto de esos con lenguas rápidas y pegajosas que a saber que hacía tanto tiempo encerrado en su habitación. El que sólo era medio hermano (por lo de faltarle medio cuerpo, no por tener diferente madre) ese era... no se como decirlo: mmm... rubio.
La madre era una sacrificada mujer que trabajaba en las minas de sal por sueldo mísero en especias. Principalmente orégano. Así que todo lo que se cocinaba en esa casa tenía sabor a pizza, que es el sabor del orégano, al menos para mí y como tu opinión no importa ya que cuando leas esto ya la habré escrito, pues a mi me sabe a eso.
Jack era un hombre de mediana edad que trabajaba de obrero y del que todo el mundo se aprovechaba -de ahí el nombre-.
El bueno de Jack ''el obrero'', en la cena antes mencionada y no descrita (una mesas unas sillas y la gente que estado describiendo) preguntó a su hija que como le había ido el día.
-¿Como te ha ido el día?
-Psss...
-¿No tenías un examen de matemáticas?-preguntó la madre que lo sabía porque había activado el GPS integrado en el cerebro de su hija implantado el mismo día que nació y había visto que había estado en la clase donde hacías los exámenes de matemáticas, que dicho sea de paso, como había tan pocos alumnos y tantas aulas, cambiaban de aulas con cualquier excusa
-Si...-contestó esta desganada mientras jugaba con su pescado medio-muerto medio-vivo que saltaba alegremente (bueno, agonizantemente, pero parecía feliz) en su plato.
-¿Y bien? ¿Cómo te ha ido?
-Era bastante difícil. La profesora pensaba números y tenías que adivinarlos.
-¿Y adivinaste muchos?
-No, pero como uno de mis compañeros me estaba chinchando chillé que era un comunista y se lo llevó la patrulla anticomunistas.
-Así aprenderá, por comunista- dijo el padre, el cual había estado enfrascado en encontrar la carne en el montón de orégano que tenía su plato.- Por comunista y disidente. Hace ya mucho que se decidió que no habría comunistas. Todos esos sistemas antiguos están pasados de moda, como los ecologistas y los capitalistas. Y...
-Para ya papá- dijo el hijo menor, el medio hijo (medio porque le faltaba la mitad del cuerpo, no porque fuera... bueno lo que sea)- Siempre contando las mismas batallitas.
-Calla o te echaré de comer a los morloks, y están hambrientos, te lo aseguro, porque dijiste que te encargarías de ellos y ya ni buscas gatos para ellos.
-Es que no me gusta el ruido que hacen cuando se los comen!
-Haberlo pensando antes de traerlos a casa. Tuvimos que comprar alambradas electrificadas y todo porque ''¿Nos los podemos quedar? Cuidaré un montón de ellos.'' Matarlos, eso debería hacer. de hecho, los voy a matar ahora mismo.
La madre cogió el arma estatal, puesta en todas las casa por el Estado para que los ciudadanos pudieran defenderse a sí mismos, quitando los intermediarios y defendiendo así cada un trocito de país. Como estrategia defensiva era brillante. Salió al jardín y allí estaban los morloks, subhumanos que vivían en las alcantarillas pero que en ocasiones eran acogidos por gente de la superficie, claramente para sentirse superiores. Disparó no una, ni dos, sino las 30 balas del cargador contra cada uno de los morloks. Luego volvío a la mesa.
-Jo mamá, eres una aguafiestas- se quejó triste el niño.
Bueno, he escrito o más bien vomitado (y no me imaginéis vomitando sobre la pantalla letras y palabras) esta historia teniendo en mente un mensaje, una moraleja:
La madre era una sacrificada mujer que trabajaba en las minas de sal por sueldo mísero en especias. Principalmente orégano. Así que todo lo que se cocinaba en esa casa tenía sabor a pizza, que es el sabor del orégano, al menos para mí y como tu opinión no importa ya que cuando leas esto ya la habré escrito, pues a mi me sabe a eso.
Jack era un hombre de mediana edad que trabajaba de obrero y del que todo el mundo se aprovechaba -de ahí el nombre-.
El bueno de Jack ''el obrero'', en la cena antes mencionada y no descrita (una mesas unas sillas y la gente que estado describiendo) preguntó a su hija que como le había ido el día.
-¿Como te ha ido el día?
-Psss...
-¿No tenías un examen de matemáticas?-preguntó la madre que lo sabía porque había activado el GPS integrado en el cerebro de su hija implantado el mismo día que nació y había visto que había estado en la clase donde hacías los exámenes de matemáticas, que dicho sea de paso, como había tan pocos alumnos y tantas aulas, cambiaban de aulas con cualquier excusa
-Si...-contestó esta desganada mientras jugaba con su pescado medio-muerto medio-vivo que saltaba alegremente (bueno, agonizantemente, pero parecía feliz) en su plato.
-¿Y bien? ¿Cómo te ha ido?
-Era bastante difícil. La profesora pensaba números y tenías que adivinarlos.
-¿Y adivinaste muchos?
-No, pero como uno de mis compañeros me estaba chinchando chillé que era un comunista y se lo llevó la patrulla anticomunistas.
-Así aprenderá, por comunista- dijo el padre, el cual había estado enfrascado en encontrar la carne en el montón de orégano que tenía su plato.- Por comunista y disidente. Hace ya mucho que se decidió que no habría comunistas. Todos esos sistemas antiguos están pasados de moda, como los ecologistas y los capitalistas. Y...
-Para ya papá- dijo el hijo menor, el medio hijo (medio porque le faltaba la mitad del cuerpo, no porque fuera... bueno lo que sea)- Siempre contando las mismas batallitas.
-Calla o te echaré de comer a los morloks, y están hambrientos, te lo aseguro, porque dijiste que te encargarías de ellos y ya ni buscas gatos para ellos.
-Es que no me gusta el ruido que hacen cuando se los comen!
-Haberlo pensando antes de traerlos a casa. Tuvimos que comprar alambradas electrificadas y todo porque ''¿Nos los podemos quedar? Cuidaré un montón de ellos.'' Matarlos, eso debería hacer. de hecho, los voy a matar ahora mismo.
La madre cogió el arma estatal, puesta en todas las casa por el Estado para que los ciudadanos pudieran defenderse a sí mismos, quitando los intermediarios y defendiendo así cada un trocito de país. Como estrategia defensiva era brillante. Salió al jardín y allí estaban los morloks, subhumanos que vivían en las alcantarillas pero que en ocasiones eran acogidos por gente de la superficie, claramente para sentirse superiores. Disparó no una, ni dos, sino las 30 balas del cargador contra cada uno de los morloks. Luego volvío a la mesa.
-Jo mamá, eres una aguafiestas- se quejó triste el niño.
Bueno, he escrito o más bien vomitado (y no me imaginéis vomitando sobre la pantalla letras y palabras) esta historia teniendo en mente un mensaje, una moraleja:
Noche
No soy un hijo de Gaia, soy un animal de ciudad. Asfalto, cemento, cristal y metal. Un depredador entre edificios de proporciones ciclópeas y calles vacías. Luces amarillas y sombras oscuras. Inerte.
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