Las olas rompían contra las rocas erosionando lentamente su superficie y haciendo que saltaran millones de pequeñas gotas de agua salada que se mezclaban con la fina lluvia que más que caer, flotaba en el aire.
Vivian se empapaba poco a poco, sin darse cuenta. Su pelo rojo y largo se oscurecía cuanto más se mojaba. Estaba absorta mirando las olas. Los otros chicos del pueblo solían reirse de ella por ese tipo de cosas. Podía pasarse horas mirando cómo las hojas de los árboles se movían con el viento o cómo las hormigas llevaban migas de un lugar a otro. Tampoco era consciente de los adultos que a cierta distancia estaban hablando sobre ella.
De pronto se dio cuenta de que su madre estaba a su lado, llorando en silencio. La cogió tiernamente de la mano, sin decir nada, y se la llevó a aquellos hombres extraños que acaban de llegar al pueblo.
Vivian no volvió a ver su pueblo natal, ni a sus padres, o al menos, no volvió a reconocerlos como tales. Pero aún miraba el mar como cuando era una niña.
1 comentario:
Esta canción cuenta una historia parecida, y es tan sublimemente triste que seguro que ya te la he hecho escuchar y ni siquiera me acuerdo.
http://www.youtube.com/watch?v=vmWNBtJU2u8
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