Cuando la población de los países ricos empezó a ganar la batalla a las bacterias y los virus, según se fue haciendo más longeva, otras enfermedades se volvieron más importantes debido a la biología imperfecta de nuestro cuerpo.
El ser humano tiene dentro de sí una especie de cuenta atrás. Un temporizador que marca el momento en el que todos los sistemas de seguridad moleculares, genéticos, celulares e inmunitarios fallan y una célula, una única célula, comienza a duplicarse sin control. Una única célula de nuestro propio cuerpo que es capaz de destruirnos.
La manera habitual de tratarlo es sacándolo de nuestro cuerpo y atacando el mismo esperando que, al final, cuando el humo de la batalla se disipe, hayamos ganado.
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