Su vecino estaba sin pantalones, como siempre. A saber qué hacía sin pantalones todos los días del año. Desde que el gobierno había dicho que salir a la calle era inseguro debido a la contaminación, las enfermedades y las bombas, todo el mundo se pasaba el día en casa. Pero su vecino lo hacía sin pantalones. Jim lo miraba a través de las cortinas, las cuales apartaba lo justo para ver con uno de los ojos. Su vecino estaba yendo de la cocina al salón, con un paquete de comida deshidratada que no se había molestado en hidratar. “Total, qué más da” le decía a sus amigos. Pero Jim no lo sabía, porque nunca había hablado con él. Sólo miraba cómo aquel hombre habitaba el mundo sin pantalones.
“Será mejor que vaya a ver a Agnes” pensó en voz alta Jim. Vivir solo había hecho que expresara todos sus pensamientos en voz alta, como el protagonista de una película. Fue al salón y encendió el televisor. Pasó las siguientes cuatro horas viendo cómo Agnes, la mujer preferida del país hablaba sobre el mundo, los sentimientos y los humanos. Cuando terminó, la comida deshidratada repartida por el municipio estaba en la puerta de su casa. Se levantó a recogerla. Era un paquete pequeño y marrón y sólo tenía escrito “Para consumo ciudadano exclusivamente”. Jim dijo “¿Por qué sólo para ciudadanos?”
Al pasar por enfrente de una de las ventanas volvió a echar un ojo a su vecino. Seguía sin pantalones. “Tal vez es extranjero” dijo Jim, “esa gente siempre hace cosas extrañas”
Los meses pasaron, y aquel hombre sin pantalones se convirtió en la obsesión de Jim. Los paquetes de comida deshidratada se acumulaban en su puerta, hacía mucho que no veía a Agnes y había dejado de dormir en la cama. Ahora dormía en una silla delante de la ventana. Ya nada más le importaba, que el hombre sin pantalones. Estaba completamente desquiciado, incluso había dejado de pensar en voz alta para simplemente musitar cosas.
Un día no pudo más. Tenía que hablar con el hombre sin pantalones. Tenía que saber PORQUE no llevaba nunca pantalones. Abrió la ventana por primera vez en muchísimo tiempo y comenzó a hacerle gestos a su vecino. El hombre, extrañado, se acercó a su ventana y la abrió.
-¿Por qué no llevas pantalones?¿Por qué nunca tienes puestos los pantalones? Ni una sola vez te he visto con pantalones. ¿Por qué?
-Ah, me producen urticaria.- contestó el hombre sin pantalones.
1 comentario:
Las cosas se hablan, se preguntan, se comentan, se cuestionan.
Maldita Sociedad del Silencio...
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