Sam se dejaba guiar por la agradable voz femenina del geolocalizador. Como una madre que guía a su hijo le fue conduciendo por las calles hasta una papelera. Ahí dentro, entre la basura, había un móvil. Su diseño exterior era austero, una delgada lámina negra agradable al tacto que era muy cómoda de coger con una mano. Pesaba poco, pero parecía muy resistente.
Le encantaba la sensación de haber encontrado algo perdido, escondido entre las basuras de la ciudad, un objeto tan especial (y posiblemente caro) abandonado donde se tira lo que ya no vale nada. De vuelta a casa miró con más detenimiento su descubrimiento. No tenía botones, y aparentemente, tampoco pantalla. En cuanto puso un dedo sobre la superficie esta creó una onda y apareció la pantalla: el dispositivo entero era una pantalla. Sam lo encontró extremadamente bonito y curioso.
Sin embargo un escalofrío le recorrió la espalda cuando noto el móvil latir.
1 comentario:
Cuarto capítulo, cariño, no dejes que tu vista te engañe.
Publicar un comentario