Parte Uno.
Paco caminaba por la acera, pensando en los acontecimientos pasados, sientiéndose aliviado de haber sobrevivido a los perro-gatos de la 5º con la Mayor y mirando con sospecha a todo aquel que llevara sombreros de copa (algo, por cierto, extremadamente poco usual). El equipo de fútbol local había ganado y deportistas y aficionados cantaban, bebían y destruían a partes iguales. Paco miró un anuncio gigante, uno de esos carteles gigantescos que parecen decir: "hey, mírame y consúmeme más tarde en tu establecimiento habitual". Esa valla publicitaria ponía lo anterior, de hecho, debido a los recortes de prepuesto de la empresa, los publicistas habían sido despedidos y no reemplazados. Paco tiró piedras a los anuncios, hasta que finalmente le dió al perro de una señora y tuvo que huir, ya que la señora, perro muerto en mano, le perseguía para golpearle con el cadáver como reprimenda ejemplar. Paco era uno de esos publicistas despedidos.
Parte Dos.
Hans caminaba por unas calles estrechas del centro, intentando encontrar a alguien con el que poder establecer un amistoso intercambio de ideas. Sin saber por qué, ello le escalofriaba. Hans vestía el habitual atuendo de su tribu, los turistas guiris, que está compuesto por los pantalones cortos, las sandalias (los calcetines son opcionales), la camisa de manga corta, la cámara de fotos/video y la irritación del epitelio por sobreexposición a los rayos solares. Finalmente encontró una muchacha de su misma tribu, perdida también en las estrechas calles. La chica le miró, el la miró. Al final, ella le robó la cartera y la cámara de fotos/video.
Parte Tres.
Yo caminaba por la calle, por una avenida, sin rumbo. A mi alrededor se desarrollaba la vida de la ciudad. Los aparatos movidos por seres vivos muertos hace mucho corrían por doquier, mientras la información llenaba el aire, como una brisa de verano llena de agua de mar. Los electrones y la luz fluyen por todo el universo.
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