Caminando en mitad de la calle, como si estuvieran en uno de esos antiguos "días sin coche", como si disfrutaran de caminar por donde normalmente sólo había vehículos, vió a la chica y a la niña. Claro que hacía mucho que no pasaba ni una mísera moto por ahí. Enfundó la pistola al verlas, aun en el declive de la civilización las mujeres eran menos violentas, más con una niña como esa, de unos siete u ocho años. Pero no dejó de estar agazapado tras el bolardo de piedra porque tampoco tenía sentido provocar un encontronazo desagradable.
La chica debía tener su edad, no tenían mal aspecto, estaban bien vestidas y no estaban sucias. Iban hablando como si fuera 2020, como si el mundo no se hubiera acabado. Caminaban de la mano y reían y parecían ignorar la fina lluvia que poco a poco iba desapareciendo, se detuvieron a mirar las nubes que reflejaban los rayos del sol y siguieron calle abajo sin aparente preocupación ninguna.
Pensó en volver a mirarse la temperatura, pero aquello, aunque realmente extraño, era real. Por un momento, por un breve momento, se trasportó a tiempos mejores, a días en los que no había que rebuscar comida en casa vacías, en los que no había que preocuparse de colocar las trampas para ratas, en los que no llevaba pistola, pero en los que sí había comercios y restaurantes y bares y se hacía ejercicio por gusto y no encontrar una determinada marca de leche en el supermercado era una contrariedad.
Cuando desaparecieron tras la siguiente esquina se quedó un rato mirando aquel cruce, este vez no intentando atesorar el momento, sino deseando que no pasase nunca.
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