Había sido un día difícil para Jack. Su trabajo -que consistía principalmente en retirar los animales muertos en de la carretera- iba cada vez en aumento día a día, pues las políticas verdes instauradas últimamente habían hecho que los animales se reprodujeran por doquier como intentando recuperar lo que una vez fue suyo. Sin embargo, esas políticas verdes no habían sido correctamente llevadas a cabo; la cadena alimenticia no se había establecido, por lo que ciertos animalillos, el escalafón más bajo de la pirámide alimentaria, parecían crecer como si por mitosis se reprodujeran. Así, las carreteras eran asaltadas por las alimañas, que siempre intentaban cruzar al otro lado mientras los conductores lo habían tomado como un juego. Las compañías de automóviles habían instalado contadores de atropellos en sus modelos, perfectos para mostrar con orgullo sus cifras a los vecinos y compañeros de trabajo.
Claro que nadie se daba cuenta de que Jack, con una pala y una camioneta, tenía que ir por los arcenes despegando a los bichos del suelo y poniéndolos en la parte trasera. El olor atraía a su vez a aves carroñeras que solían volar en círculos por la zona. Pero Jack no tenía de qué preocuparse, pues otro de sus compañeros tenía el trabajo de abatir a dichas aves y luego recogerlas y ponerlas en la parte de atrás de una camioneta.
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