Suena música de piano, con un ritmo lento, pausado, mientras mis pensamientos se amoldan a la armonía.
De hecho, me da igual todo. Ya he tenido bastante de vida. Le pedí demasiado a Luisito. "Venga, otra más, Luisito". Parece que fue ayer, y parece que fue hace lustros. Ya da igual, todo da igual.
Cuando fui a buscar la comida había gente, pero no la vi. Eran manchas borrosas en el camino, que sólo parecían entorpecerme el paso. No lamento los recuerdos, ni me hacen sentir nada, sólo están ahí, como el olor del bocadillo de lomo con queso.
La espirometría y la anemia son, de hecho, interesantes, pero como lo demás, me dan igual. Antes se las pedía a Luisito, que, con el trapo al hombro y cara de cansado me servía, pero ahora ya soy como los cascos azules: voy, no rompo nada y me como todo lo que ponen en esos países de nombres rarísmos.
Escucha el piano... días de libertad. Libertad de no hacer nada, y hacer de todo -vacuo, a fin de cuentas-.
Yo ya me he ido con mi música de piano, el friulano, y Bizancio. Y no creo que vuelva.
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