Es tarde, y como siempre no quiero irme a acostar. No se por qué me ocurre esto siempre. Supongo a veces que es como admitir que el día ha acabado, y me niego a reconocerlo. Otras veces pienso que es sólo una manía aprendida de pequeño. Alguna vez, que tarde es cuando soy más productivo, en general. Puede que sólo tenga la sensación de ser productivo.
En cualquier caso, voy a escribir de todos modos. Tal vez mañana no me parezca tan bueno, o si, pero en cualquier caso no lo eliminaré, eso sólo lo hice una vez y no más. Bueno, fueron dos veces, pero muy seguidas, asi que cuenta como una.
Nadia había tenido un día horrible, uno de esos días que deseas olvidar cuanto antes escribiendo un nuevo día encima, y luego otro, y luego otro, hasta que lo sepultes de recuerdos banales y ya no quede nada de él. Era invierno y en la calle hacía frío. Los pies le sangraban y le costaba caminar. La calle estaba, como siempre, bastante sucia, como es común en Roma. El camino a casa se le estaba haciendo interminable. La calle por la que en ese momento cruzaba estaba vacía, excepto por aquel hombre negro que iba en contradirección. Instintivamente sintió miedo. No era alguien que se acobardara fácilmente, ni que no supiera defenderse -su técnica de defensa personal era rápida, efectiva y dolorosa-, es que sintió un miedo irracional, proveniente de alguna región primitiva y básica de su cerebro. Se cambió de acera, a pesar de saber que eso no la ayudaría en absoluto y comenzó a caminar más deprisa. Ya no había dolor, sólo miedo. El hombre comenzó a seguirla y de pronto echó a correr. Nadia no pudo reaccionar y el hombre se avalanzó sobre ella. Un segundo más tarde, un placer extraño e intenso recorría su cuerpo. ¿El hombre la estaba mordiendo en el cuello? Nah, sería cosa suya, además, el placer le hacía difícil concentrarse. Estaba como paralizada, sin recordar exactamente que hacía en los brazos que aquel hombre extraño. De pronto, la oscuridad se cernió sobre ella y sintió en frío suelo.
Cuando despertó, estaba en una habitación de hospital. Una sonriente enfermera entró por la puerta y le preguntó qué tal se encontraba. ''Rara'' contestó ella aun confusa. Al parecer -le comentó el médico- alguien la había dejado en la puerta de urgencias la noche pasada con un volumen de sangre muy bajo. Le habían transfundido sangre y por la tarde se podía ir a su casa. Los recuerdos estaban borrosos y eran incompletos o carecían de sentido. Voces, un lugar cálido y una cama o algo parecido. ¿El hombre de la calle era real o sólamente se desmayó en la acera?
Su mente pronto se desvió del tema, en el que no iba a pensar mucho, y pensó sobre su trabajo. Había perdido un día de trabajo. Cogió su movil y marcó el número de su jefe.
Dear Isobel
I hope you're well and what you've done is right
Oh it's been such hell
I wish you well and hope you're safe tonight
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