No estoy triste. Es un sentimiento melancólico, tal vez por haber estado hoy en el Paseo de los melancólicos, literalmente. Tal vez es aún más literal y se trate de la melancolía griega, del acúmulo de humor negro dentro de mí.
Después de once años de preparación uno espera ir a lo grande. Cuando un tercio de tu vida se ha dedicado a recorrer este camino no esperas ser el limpiador de los demás. Me enseñaron a ser orgulloso, a levantar el mentón y defender cuando pensaba que tenía razón; la satisfacción de tener razón hasta alcanzar grados algo bochornosos es mía, cierto. Pero cuando la tienes, cuando llevas razón... ¡Bang! Y se lo deseas estampar a esa compañera de trabajo ¿Dónde está tu gallardonaría ahora? ¿Dónde está tu mirada de desprecio? ¿Dónde están tus preguntas absurdas? ¡Sepsis respiratoria!¡Boom! ¿Quién iba a decirlo? ¡Yo, joder, yo! Claro que lo dije ¡En tu cara! Seré el limpiafondos de esta ciudad pero el diagnóstico no me lo quita nadie.
Pequeñas y absurdas victorias intimas y personales que me ayudan a llevar el día a día.