domingo, 4 de diciembre de 2011

El brillo de una pantalla en la oscuridad


El comandante se quitó los pesados auriculares y los dejó en la mesa. El cansancio y la falta de sueño la hacían parecer mayor de lo que decía tener. Se frotó los ojos lentamente, como disfrutando de ese pequeño momento y volvió a mirar la pantalla. En ella unos pequeños triángulos de colores se movían por un mapa bidimensional a distintas velocidades. Volvió a colocarse los auriculares con desgana al ver que uno de los triángulos parpadeaba, apremiante.
-Patrulla Echo, informe- dijo con una voz que sonaba más exhausta de lo que esperaba. Intentó sonar más enérgico, pero sólo lo consiguió a medias- ¿Cuál es su situación?
A través de los auriculares surgió una voz distorsionada y ligeramente entrecortada, de alguien que gritaba intentado hacerse oír en el estruendo que le rodeaba:
-Último objetivo cumplido, señor. Solicitamos nuevas órdenes.
-A ochocientos metros de su posición se encuentra un pequeño poblado, tómenlo.
-Recibido, comandante.
-Y buena suerte.
La conexión terminó y con ella el ruido de fondo. El comandante no pudo evitar que se humedecieran los ojos; odiaba tener que enviar a esos chicos al peor lugar de la Tierra. Los tiempos de las guerras justificadas habían terminado y ya sólo había sitio para intereses políticos de turno. Ya no había buenos ni malos, sino un homogéneo gris en el que todos se movían. Morir por nada.




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