Año 2011, España.
Tras años de recalcitrante bipartidismo y con un futuro nada esperanzador para cualquier alternativa a los dos partidos mayoritarios, un hombre decidió cambiar las cosas. Su nombre: Iniesta, Andrés Iniesta.
Durante una estancia en su pueblo natal, Fuentealbilla (Albacete), Andrés se dio cuenta de que España necesitaba un cambio, una renovación profunda, una esperanza en mitad de una crisis económica en la que estaba sumido el país por culpa de los torpes gobiernos que se habían sucedido durante años y con una corrupción política que alcanzaba niveles inusitados.
Andrés colgó las botas para fundar su propio partido llamado “Centro del campo” tanto por su orientación política, como por su posición en el campo de fútbol. Además era una referencia a su pueblo natal. En poco tiempo el partido adquirió muchos seguidores (o centrocampistas) y comenzó a ser una alternativa real para las sigientes elecciones. Las razones para su éxito repentino se deben a la singularidad de su líder; tras el gol que marcó ante Holanda en la final de la Copa del Mundo de 2010, se había convertido literalmente en un héroe nacional. Además, su origen humilde sumado a una personalidad tranquila hicieron el resto. Incluso los nacionalistas catalanes le adoraban por haber jugado en el Fútbol Cub Barcelona. Su discurso sobre el cambio, la renovación y la honradez le hicieron popular, pero aun faltaba la prueba decisiva: las elecciones de 2012.
Llegado el momento, los centrocampistas arrasaron en las elecciones. Con 196 diputados, los centrocampistas llegaron a la mayoría absoluta, dejando a PP y PSOE con los restos, rozando apenas los 40 diputados cada uno.
Pese a que antes de las elecciones había habido voces que cuestionaron la validez del candidato, pronto se acallaron tras la toma de poder de Iniesta.
El presidente Iniesta se puso al mando de manera firme, transparente y rápida. Acabó con la corrupción y el fraude fiscal, recortó los sueldos y privilegios de los políticos e impulsó una recuperación económica sostenible.
miércoles, 27 de abril de 2011
martes, 12 de abril de 2011
Apuntes viejos
Esta vez había venido aquí con algo realmente bueno en la cabeza, pero creo que cuando la sacudí se cayó a algún pozo sombrío y ahora la he extraviado. Total, no será una gran pérdida.
He tirado apuntes viejos, pero sólo los malos. ¿Cuáles son los buenos entonces y por lo tanto los que han escapado a mi minucioso examen? Los que espero que cuando los vuelva a mirar dentro de muchos años me haga ilusión verlos. Bien porque me recuerden una determinada clase, asignatura o profesor o mejor todavía, porque tengan algo gracioso escrito en ellos. Tener recuerdos está bien, la memoria es la identidad. Por suerte vivimos en la época de la historia en la que es más fácil crear y guardar recuerdos.
Ya tendremos tiempo de moldearlos, modificarlos, inventarlos y alterarlos hasta que se alejen de la realidad lo suficiente como para que sean realmente humanos.
He tirado apuntes viejos, pero sólo los malos. ¿Cuáles son los buenos entonces y por lo tanto los que han escapado a mi minucioso examen? Los que espero que cuando los vuelva a mirar dentro de muchos años me haga ilusión verlos. Bien porque me recuerden una determinada clase, asignatura o profesor o mejor todavía, porque tengan algo gracioso escrito en ellos. Tener recuerdos está bien, la memoria es la identidad. Por suerte vivimos en la época de la historia en la que es más fácil crear y guardar recuerdos.
Ya tendremos tiempo de moldearlos, modificarlos, inventarlos y alterarlos hasta que se alejen de la realidad lo suficiente como para que sean realmente humanos.
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