Eran altas horas de la madrugada delante de un papel en blanco. Horas de mínima creatividad y máxima frustración, que casi resbalaban por sus brazos y se desparramaban por la mesa, dejándola pegajosa.
Podía haber silencio o podía oírse música pero siempre con el mismo resultado; el papel seguía en blanco, sin solución. Aquella hoja blanca se extendía por toda la habitación y se adhería a cualquier superficie haciendo que todo pareciera monótono y muerto.
Abrir las ventanas sólo sirvió para que el frío del exterior entrara y lo inerte fuera más presente. Intentó dormir, pero todo seguía en blanco y además las sábanas de papel son incómodas y se rasgan con facilidad.
Finalmente, tras la agonía de la noche llegó el día y con él el sol. Pero su luz sólo hizo que el papel pareciera más blanco.
Así que simplemente hizo una bola con aquella maldita hoja y la arrojó a una esquina de su habitación mientras salía de allí.
1 comentario:
porque a veces las palabras no tienen forma...
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