La música sonaba en sus oídos mientras caminaba sin rumbo por la ciudad. Aquí y allá veía suciedad y crimen. Oh! Un céntimo. Debía ser su día de suerte. Desde que la guerra había comenzado hacia ya... ¿Tanto tiempo? ¡Cómo pasa el tiempo cuando uno está ocupado! Su trabajo era retirar derechos humanos. Le daban un objetivo y el tenía que quitarle alguno. ''A este... el de la intimidad'' ''Oh, a este el de la vida'' ''Mira, este me ha caido bien, le voy a quitar el de la dignidad''. No es que estuviera contento con su trabajo, pero de algo había que vivir ¿No? No pensará la gente que se puede decir ''no'' a un trabajo. Todo el mundo que conocía lo había hecho así; su primo comenzó a trabajar en una fábrica de armas químicas. Allí tenían la especialidad de la casa: productos arranca pieles. Causaban furor a lo largo y ancho del mundo. Allí donde hubiera un niño, había coca-cola y allí donde hubiera odio, armas de destrucción masiva. Ya casi no se acordaba de como empezó todo. Un segundo, no había empezado; siempre había sido así, sólo cambiaban los nombres y las armas. La crueldad y el dolor. El horror y la muerte. Eso siempre había estado ahí.
¿No había manera de cambiarlo? Ese pensamiento cruzó un segundo su mente, de parietal a parietal, haciendo parada de servicio -aunque sin parada de potenciales- en el frontal y después se esfumó como había venido, dejando tras de sí un débil y casi imperceptible campo electromagnético.
Ese mismo pensamiento había cruzado ya muchas mentes, pero siempre con ese mismo resultado. Pero un día fue distinto: en la parada sin servicio del frontal, se bajó accidentalmente un potencial de acción. Se dejó la garganta intentando llamar a la corriente de pensamiento, pero pasó de largo. Y allí se encontraba, en el frontal, sin saber a dónde ir. Pilló una circunvalación en la que estaba indicado ''Hacia el Parietal. Por su seguridad, vigile su gradiente, por aquí ahí inhibidores''. Pero el potencial de acción se fue por otros lugares y acabó creando una nueva corriente. En ese cerebro, el pensamiento no se esfumó, y se convirtió en otra cosa.
El poseedor de ese cerebro lo vió claro:
se podía cambiar. Se podía mejorar. El mundo, la humanidad es como nosotros la hacemos.
Aquel hombre recorrió kilómetros gritando su mensaje. Unos no le escucharon, otros le olvidaron y otros intentaron agredirle con objetos contundentes y otros objetos no contundentes, pero que hacen daño si se lanzan a mala fe, como lápices o gomas, que tu dices, eso no duele, pero que cuando te lo lanza un hombre rabioso, duele, admitámoslo.
Un pequeño grupo, sin embargo, sí cambió al escuchar a ese hombre. Y decidieron cambiar a los demás, ya que son personas las que conforman el mundo. Cada persona cuenta; desde el recién nacido hasta el que yace sobre su penúltimo lecho.
Esto ya se había hecho antes, desde la prehistoria hasta ahora, siempre había habido cambios, y se había mejorado. Pero había que cambiar aun más.
No me voy a poner en plan ''la humanidad es imperfecta porque así lo hizo Dios, y sino mira lo que hicimos en el Edén, saltándonos las reglas como si fuéramos quinceañeros rebeldes y grasientos, pero Dios nos lleva a un futuro mejor''. Bah, somos nosotros los que elegimos nuestro futuro. Además todo el mundo sabe que el Edén no existe, es otro de esos lugares mágicos como Nuncajamás, Teruel (perdón por el chiste fácil y, si eres de Teruel y lees esto, bueno tío/a reconoce que es muy pequeño, pero mucho. Hombre ya, pero es que hay pueblos en Murcia más grandes), y todos esos lugares de los que se habla para meter miedo a niños y mayores cuando no quieren irse a la cama. De ahí que la cama sea vista como si fuera algún tipo de fortaleza inexpugnable en la que con sábanas puedes defenderte de monstruos, asesinos y muñecos diabólicos. A lo que iba, desde que salimos de la charca y echamos a andar por este fangoso y pegajoso planeta hemos ido cambiando. Así que tenemos que seguir así. Si alguien te dice: ''quiero establecer una dictadura mundial, ¿te apuntas?'' Rechazas amablemente su oferta y le clavas un tenedor en el ojo. Bueno, no tiene porqué ser un tenedor, puede ser otra cosa punzante, supongo que podría haberlo dicho desde el principio, pero es que lo del tenedor es de un capítulo de los Simpsons y quería dejarlo tal y como lo dijo Moe, pero vamos, que si no tienes un tenedor pues le clavas otra cosa, pero que se punzante, no quiero que intentes clavarle una pelota, una magdalena o algodón de azúcar. Aunque el algodón tiene el palo ese. ¿Ves? Eso es un objeto punzante válido. No quiero demandas del estilo ''no pude evitar 1984 porque le clavé una ciruela'' o ''mi mundo se ha convertido en un infierno porque en lugar de coger el cuchillo cogí uno de esos peluche adorables y supersuaves pero que matar lo que se dice matar, no matan''. Si vais a acabar con alguien que es vuestro amigo y además os cae bien, tenéis que hacerlo rápido y efectivamente. Si no os cae bien o si no es vuestro amigo no deberíais matarlo lenta e ineficientemente, porque si queréis hacer un mundo mejor hay que ser eficientes, y no dejar el trabajo a medio hacer.
***
Jimmy era uno de esos chicos normales. Se le podía describir así: normal. No tenía ninguna característica que le diferenciaba de nadie. Era el perfecto para rellenar hueco, para salir de extra, para salir en fotos insustanciales, para quedar con varios y que pareciera un grupo más grande. Su vida era miserable y triste. Nunca había aspirado a nada, ni nunca se había planteado ''¿Por qué soy asi?'' Su única actividad era existir. Eso era lo único que hacía realmente bien.
Por desgracia, esto es ficción, y Jimmy parece ser el único ser así. Pero la realidad es mucho más cruda. Hay miles de ellos, caminando por las calles, trabajando en donde trabajéis, viviendo donde vivís. Ahora haceos la pregunta de si sois como Jimmy. Da igual la respuesta, si te has hecho la pregunta ya no eres como él. Fácil ¿No?
sábado, 13 de septiembre de 2008
martes, 2 de septiembre de 2008
Electi
El honor más grande que podía tener un templario era ser un electi. Uno de los elegidos. El mejor entre los suyos. Serviría a la Iglesia Angélica aun más allá. Guilliam iba a convertirse en electi. Cualquier podría decir que había nacido para eso. Ya de pequeño mostraba la calma que le haría popular entre sus hermanos de armas. Su cuerpo alético y oscuro y su mirada inteligente y decidida hacían que sus hombres confiaran en él. No dudó cuando había que usar el asta y cuando usar la palabra. Había estado en todos los rincones de Europa; desde la isla ibérica hasta la Tierra Marcada más allá de Moscú. Incluso aquellos que no se refugian bajo la amable y confortable mano de la Iglesia le tenían respeto. Todos los niños de su aldea querían ser como él, y blandían toscas espadas de madera y pinchaban con ellas a los cerdos mientras se imaginaban peleando contra terribles engendros. Guilliam era una de esas personas que hacía de Europa un lugar mejor. Pese a la lluvía constante, la miseria, la ignorancia, la opresión, la codicia, la pobreza, las destructoras tormentas y los engendros oníricos, Guilliam tenía un pequeño halo de luz a su alrededor.
Y en algún lugar, otros como él veían más allá del poder o las riquezas. Más allá había algo más, un futuro mejor. Esperanza era ver ese más allá. Y cada vez más gente miraba el horizonte y veía, más allá algo distinto, mejor. Todo comenzaría por esos niños con alas blancas y la tinta del Señor en la piel.
Y en algún lugar, otros como él veían más allá del poder o las riquezas. Más allá había algo más, un futuro mejor. Esperanza era ver ese más allá. Y cada vez más gente miraba el horizonte y veía, más allá algo distinto, mejor. Todo comenzaría por esos niños con alas blancas y la tinta del Señor en la piel.
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