domingo, 10 de marzo de 2013

Silencio

Me he acostumbrado a no tener silencio nunca. O lo llenan otros o lo lleno yo, pero es algo que creo que echo de menos. Y tener un horario normal, con una cantidad de sueño normal. La ausencia de esto último me lleva a soñar mucho. Malos sueños como un niño destrozando a lo Dalí mi nuevo móvil, el cual se curvaba, pero no se rompía. Supongo que habrá sueños buenos, pero ahora no recuerdo ninguno.
La verdad, no se qué más escribir. Hay tantas cosas y tan pocas. Tantas cosas me pasan por la cabeza y tan pocas quiero o valdría la pena poner aquí. Me siento impulsado a escribir cada cierto tiempo, como para no oxidarme, para evitar volverme cada vez más tonto. Como los náufragos que escriben un diario por tener algo que hacer. Podría escribir un diario. Como si estuviera en un barco.
Diario de abordo. Día uno.
He encontrado una foto de un gato que me hace una gracia infinita. Una gracia que va más allá de la comprensión humana. Una gracia inexplicable que activa zonas de mi cerebro desconocidas por mí. Si supiera que zona es, me haría menos gracia, como una parte del cuerpo me duele menos cuando se qué parte me duele en concreto, como el músculo grácil. Al fin y al cabo se supone que el dolor sirve para avisarnos de que algo va mal: pues ya está, ya he tomado nota de que parte exacta me duele, ya puedes parar. El dolor, el frío y el miedo son sólo avisos que, como una notificación en el móvil, puedes leer y seguir a lo tuyo sin más. Cuando me sumergí en el agua estaba tan fría que dejé de sentirme. Volví a la orilla para evitar que el mar me llevara o me congelara.
Ahora puede que estéis pensando que cual es la foto del gato. Aquí está:
Os preguntaría si os hace un gracia inconmensurable, pero ya se la respuesta: un silencio que sólo es roto por la voz de Henriette Sennenvaldt, cantante de Under Byen. Pero eso qué más os da a vosotros, si sólo sois silencio.

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