sábado, 11 de septiembre de 2010

MuggenChock

Miré con extrañeza a mi alrededor. Un bosque, al parecer. No recordaba nada, pero al menos iba vestido como en el último recuerdo que tenía; estaba saliendo de la tienda de comestibles -la única tienda que vendía alimentos en todo el pueblo y como es normal tenía unos precios abusivos, algo que ya le había granjeado a su dueño serias trifulcas cuando salía de su establecimiento- después de comprar pan y huevos. Me examiné: no había rastro del pan y de los huevos, lo cual era una verdadera contrariedad, ya con sin esos huevos, mi ansiada tortilla era poco probable que se hiciera cierta. A no ser...
Un ruido me sacó de mis maquinaciones. Escuché con más atención. Miré hacia arriba, de donde provenía el ruido y descubrí que había empezado a llover. Sin embargo, el bosque era tan frondoso que esas primeras gotas apenas llegaban al suelo donde me encontraba.

Sin pensarlo demasiado comencé a caminar entre la vegetación en una dirección aleatoria, pues al no saber dónde me encontraba la dirección cardinal era irrelevante. Al poco rato encontré una carretera. Era una estrecha lengua de asfalto surcada por una única línea amarilla. La lluvia iba en aumento y empezaba a mojarme. No me gusta estar vestido y mojado. Decidí caminar por el arcén intentando no mojarme mucho más, pero la tormenta estaba en mi contra.

Mientras el agua empapaba mi pelo, que se organizaba en mechones gruesos en mi frente pensé en quién podría haberme hecho esto. Porque tenía que haber sido alguien, supongo. O podría haberme intoxicado con algo que había comido -como los MuggenChock, unos cereales de chocolate y musgo muy de mi gusto- y que en plena alucinación habría caminado hasta aquí, para luego tener amnesia retrógrada. Desde luego, era plausible. Y ahora que estaba aquí, en mitad del bosque, con la lluvia pensé en quedarme allí. Vivir como antaño. No tener que conducir, ver la televisión o saludar a la gente.

Tras un periodo de tiempo indeterminado, más de lo que dura un capítulo largo en televisión pero menos que una tarde, vislumbré a lo lejos el cartel de bienvenida a mi pueblecito. Otra contrariedad. La idea de vivir salvajemente era muy tentadora. Tal vez otro bol de MuggenChock podría ayudarme a dar el último paso...