sábado, 31 de diciembre de 2016

Cohetes que ya han abandonado la órbita

Volvían a ser las cinco de la mañana. Mala hierba nunca muere, o algo así decían. Como los malos hábitos o los perros viejos. Nunca fuí muy bueno con las frases hechas y el refranero, que repito a mí mismo que no creo en él, pero algún refrán se me viene a la cabeza de forma ocasional, en modo de verdad absoluta. 
Al igual que lo demás, lo de hoy fue también un intento de repetir placeres pasados, pero pasados como están, ya no se disfrutan igual, como la fruta demasiado madura. Perdiste la oportunidad, un tren que se escapa, un autobús que parte, un barco que zarpa y miles de otros sinónimos de medios de transporte. 
Quiero contaros una historia sobre la oscuridad, el miedo y la naturaleza del ser humano, que está engarzada en las dos anteriores, pues hasta hace poco la desaparición del sol por el horizonte significa la oscuridad casi absoluta. Y en las estrellas dibujamos historias y en las sombras, monstruos. ¿Y si esas criaturas existieran de verdad? ¿Existen de verdad si existen en la cabeza de alguien? ¿Y de todos nosotros? 
Otro día, mejor.

martes, 27 de diciembre de 2016

Erosión

Ponerme delante del teclado comienza a provocarme ansiedad, una sensación desconocida previamente en esta situación. Claro que he estado desesperado, asustado y frustado, pero no ansioso. Esta hoja en blanco se me antoja una burla de lo que fuí o de lo que creí ser. Antaño prolífico, hoy encerrado por muros invisibles a los ojos y la razón. 
Esta podredumbre que podría haber sido evitada, esta atrofia, erosión de los salientes que me hacían lo que yo era, convirtiéndome en un bosquejo de mi propia identidad. Como el viento frío se cuela por las rendijas de una ventana, incansable, imparable, mi yo interior se fue enfriando, normalizándome con el exterior.
No hubo días de gloria pasada, épocas doradas de júbilo infinito, sino una decadencia constante que se ha ido llevando, de tan poco en poco, mi yo que casi no me he dado cuenta. No hubo una gran explosión ni siquiera una lágrima derramada; simplemente no hubo.
Vuelvo a donde empezó todo, a la oscuridad de la noche cortada limpiamente por el brillo de una pantalla; otra pantalla si, y otro yo al otro lado.