martes, 30 de septiembre de 2014

Los últimos días del verano (II)

Nos sentamos en un banco, cerca de árbol tan grande que debía estar allí antes de la guerra.
Me hizo por enésima vez la misma pregunta, para la que ya me costaba encontrar respuestas sin sonar excesivamente repetitivo ni recurrir a excusas religiosas.
- ¿Dónde está mamá?
- Simplemente, ya no está.
- ¿A dónde se ha ido?
Sabía que su cerebro no era lo suficientemente maduro como para entender la idea de la muerte, pero lo seguía intentando.
- Todo ser vivo, como aquel señor de allí y su perro, este árbol o tu y yo, habrá un día que dejemos de estar vivos, que ya no estemos.
Se quedó pensativa. Para mi suerte, empezó a llover, con grandes gotas frías que se estrellaban contra el suelo. Abrí el paraguas y le di la mano.
- Lo entenderás cuando seas mayor, mi vida. Vamos a casa.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Los últimos días del verano (I)

Me la llevé al parque. Estaba tan ilusionada que no paraba de mirarme con esos ojos inmensos, casi sin parpadear. Su mirada, vivaz y expectante, me seguía fascinando. Cuando llegamos la llevé de la mano cerca del estanque, en donde la fuente estaba encendida. Alrededor la gente paseaba a sus perros bien cuidados, y soplaba una brisa suave que nos recordaba el final de la estación y mecía algunos de sus mechones sueltos.
-¿Te gusta?- le pregunté sabiendo la respuesta.
Me sonrió con esa sonrisa suya contagiosa y alegre.
-No solía estar encendida cuando veniamos tu madre y yo.- le dije intentando ocultar la melancolía en mi voz.

Elegimos uno de los caminos al azar y comenzanos a caminar, a veces de la mano, a veces ella correteaba delante de mí, o se agachaba para ver una hoja en en suelo que le llamaba la atención o se acercaba a alguno de los perros. Disfrutaba viéndola explorar el mundo, descubriendo nuevas formas, colores, sonidos... Me sentía culpable por no poder acopañarla en ese viaje, pero aun me sentía responsable por el accidente de su madre y cada segundo con ella era un recuerdo vivo de sus ojos, de su gesto, de lo que la hacía única y especial.

martes, 16 de septiembre de 2014

Echoes of past events, nudge the tiller on my present course. I await its reflection in the future.

El título es una nota, en forma de poema, que deja Scorcher en el capítulo "Hitman" de Hora de Aventuras, que se podría traducir por algo así como: Los ecos del pasado mueven el timón de mi presente rumbo. Espero sus reflejos en el futuro.
No queda claro si es una referencia al posible pago en el futuro de sus servicios, o si se trata de algo más profundo, una reflexión sobre lo determinados que estamos en el presente por nuestro pasado y de cómo ello condiciona nuestro futuro.
No estoy especialmente inspirado, por lo que no divagaré aquí por miedo a escribir algo de lo que pueda avergonzarme más tarde, pero si que quería pensar en letra escrita sobre esa frase que me ha llegado de sopetón mientras cenaba en un día que no ha existido y que olvidaré, por completo, mañana.

lunes, 1 de septiembre de 2014

El sonido de la ciudad

Se sentó -más bien se dejó caer- en la silla que le iba a permitir ver bien la Gran Vía, los edificios, el tráfico y el atardecer. Otros días le habría interesado más la gente que pasaba por la calle, pero hoy no. Su interés habitual por las personas se basaba más en la observación que en la interacción, pero incluso eso había disminuido en las últimas semanas. Las dos chicas de la mesa a su derecha hablaban muy alto sobre lo que le pareció chorradas, aunque apenas llegó a escuchar nada porque se puso el auricular derecho para evitar el parloteo, mientras su oído izquierdo aun podía captar los motores, las sirenas, el bullicio.
Cada vez que pasaba una ambulancia con la sirena puesta se imaginaba en ella, como llevaba años haciendo.
Cuando terminó su té, se fue. Las dos chicas seguían allí, siendo un obstáculo para su salida. Recordó la última vez que la gente de la calle, como ahora, se habían convertido en manchas borrosas. No eran recuerdos agradables.
Ni correr, ni sudar hasta que empapó la camiseta le ayudaron a no pensar, hasta que estuvo tan exhausto que su cerebro simplemente dejó las tareas complejas a un lado y se dedicó sólo a lo más básico, sobrevivir.