viernes, 31 de diciembre de 2010

La puerta

No estoy apenado por el fin de año. Ni contento. Sólo expectante, curioso por lo que está por venir. Como si estuviera ante una puerta a punto de ser abierta. He visto mi futuro (resulta que la puerta tiene uno de esos cristales translúcidos que no dejan ver algo, adivinarlo) y es curioso.
Si, curioso. Extraño y emocionante. Da un poco de miedo pero tengo ganas.
Ganas de ser médico. De trabajar, diagnosticar, tratar, equivocarme, sufrir y a veces, curar.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Sobre los ordenadores de sobremesa del futuro.

En un futuro más o menos cercano, las pantallas táctiles van a estar presentes en casi cada aparato imaginable. Pero en este momento sólo quiero hablar de uno de ellos: el ordenador de sobremesa.
Dado por muerto por muchos antes de tiempo, es cierto que el sobremesa ha ido perdiendo campo frente a los portátiles. Es comprensible ¿Para qué tener algo asentado en el escritorio si puedo tener casi lo mismo en cualquier parte? Los portátiles de pantallas grandes, no excesivamente pesados y lo suficientemente potentes para la gran mayoría de situación de la vida cotidiana han hecho que el sobremesa pase a ser relegado a un segundo puesto en la informática doméstica.
Sin embargo, presentan una serie de ventajas frente a los portátiles que no voy a enumerar, sino simplemente pararme en una: la pantalla. En este momento estoy escribiendo en un pantalla de 23 pulgadas, bastante más cómoda que las 15 de un portátil normal o las 13 de mi portátil. De hecho, esta pantalla es tres veces más grande que la de 13.
¿Y todo a mí qué? ¿Que cojones me importa a mí eso? Probablemente nada, hasta que algún día se popularicen las pantallas táctiles de los sobremesa. Ahora mismo en el mercado hay unas cuantas, pero son un total despropósito; la idea de mantener los brazos en alto para tocar la pantalla es simplemente una gilipollez.
Pero tengo esperanza de que algún día alguien incline la pantalla de forma que trabajemos sobre ella de la misma manera que un dibujante en su mesa: es una posición natural, ergonómica y que puede mantenerse durante tiempo prolongado.
A todas las compañías que tienen ya esos incomodísimos ordenadores me gustaría decirles una cosa: la tecnología debe adaptarse a los seres humanos, no al revés.
Luego vendrá Apple, lo hará y todos dirán que de dónde les vienen las ideas a esos tíos. Pues yo os lo diré: de este blog.

Un sueño

Yo estaba casado. Creo recordar que ella era guapa, pero puede que eso lo haya pensado después. Creo que la soñé rubia, con el pelo corto en plan años cuarenta y vestida de la misma época. Sin embargo, estábamos en la actual.
En ese sueño yo me estaba esforzando por ser el favorito de Hitler en una especie de oposiciones/concurso que este realizaba. Era muy difícil hacerlo, pero yo tenía mucha ilusión. Entonces mi mujer murió.
En realidad, ella fingió su muerte para poder presentarse a ser la favorita de Hitler y ganarme, cosa que este sabía y me había ocultado. Cuando me enteré de esto enfurecí y decidí matarlos a ambos; mientras caminaba por la calle, disparé a Hitler en la cabeza dos veces (como es un sueño hay ciertas cosas sin sentido, no usé una pistola sino mi mano con forma de pistola para dispararle). Para huir de allí disparé al parabrisas de un coche conducido por unos críos de dieciséis o diecisiete años y les obligué a bajar del coche. Cuando entré me di cuenta de que en el asiento trasero había dos niños, de unos 4 y 8 años. Les pregunté que a dónde querían que les llevara, porque en el sueño al parecer era un asesino bastante majo. Ahí hay una parte borrosa, en la que sólo recuerdo que mientras iba en el coche pensaba que podría haber hecho dos cosas: perdonar a mi mujer y a Hitler o cargármelos a ambos. Había escogido la segunda opción, al parecer. La parte borrosa acaba cuando estoy en una especie de lugar de reunión o algo similar con arquitectura árabe. Allí hay un grupo de chicas que me persigue por lo de matar a Hitler, pero yo escapo a su torpe persecución. Sólo recuerdo hasta aquí.
Debo decir en mi defensa, que este sueño lo tuve la mañana después de hacer el examen de endocrino, así que algo tendrá que ver, digo yo.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Insomnio

No había dormido lo suficiente, nunca dormía lo suficiente, pero para dormir es necesario acostarse. El hacía mucho tiempo que no se acostaba. Tanto que el tiempo se había vuelto lineal, sin lapsos. No existía "ayer" o "mañana" tan sólo "hoy".
La percepción de la realidad se había arrugado, encogido y retorcido y ya no era reconocible; las personas pasaron a ser manchas oscuras que se movían a su alrededor y el mundo era borroso e inexacto. Los sonidos que provenían de allí sonaban acorchados, como si los escuchara desde otra habitación.
Pero su pensamiento sí se escuchaba bien. Alto y fuerte. Caótico, desordenado, divergente y múltiple. Su mente se hacía añicos y recomponía en milésimas de segundo, a veces fluido, a veces como millones de trozos de cristal.
Del mundo exterior lo único que podía ver claramente eran los espejos. Si, los espejos eran nítidos, incluso demasiado perfectos. Al otro lado no veía su mundo sino otro distinto: era aquel un mundo con más colores y brillo, de hecho, colores y luces era casi lo único que había, aparte de sí mismo.