martes, 13 de julio de 2010

Sexto capítulo. La visita de Necron Corporation

Sam estaba congelado, mirando con horror aquel móvil. Podía sentirlo en la mano, sus latidos, su superficie suave y cálida.
Unos golpes autoritarios contra la puerta hicieron temblar todo su apartamento.
-¡Samuel Sinul! Somos de Necron Corporation, queremos hablar con usted.
Sam intentó reaccionar lo más rápido que pudo, metió el móvil en el primer cajón que tenía a mano y se dispuso a abrir la puerta. Se encontró con dos tipos gigantescos, con claros signos de cráneos poco desarrollados- a Sam le encantaba fijarse en el aspecto de la gente para determinar su inteligencia- sensación aumentada por los trajes oscuros que vestían.
-Buenas días, Sr. Sinul, discúlpenos la intromisión, pero nuestra empresa desea conocer los avances en la localización del dispositivo robado. Es de gran valor y...
-La investigación policial continúa- le interrumpió Sam en tono neutro, burocrático, funcionarial- serán informados cuando sea necesario y haya algo que informar.
-De acuerdo, Sr. Sinul, perdone las molestias.
Sam cerró la puerta y esperó a oírles coger el ascensor para abrir el cajón. En el dispositivo se mostraba: “Huye, saben que me tienes, volverán en veinte minutos”. Sam lo miró extrañado “¿Pero que es esta cosa, por qué parece que me habla y más preocupante aún, por qué parece querer ayudarme?”
El móvil añadió a su anterior frase: “Tienes poco tiempo, es hora de irse”

lunes, 5 de julio de 2010

Sudor frío

Desperté empapado en sudor frío, y lo único que sentía era dolor y miedo. Ni la sangre corría por mis venas, se coagulaba por ellas mientras mi corazón latía con fuerza intentado escapar de aquel horror. Lo notaba en el pecho, golpeándose contra las paredes de mi tórax, lo notaba en mis sienes.
Quise gritar pero no pude, sólo un gemido ahogado salió de mi garganta, seca y áspera y en cada momento mis sentidos eran más conscientes de lo que ocurría a mi alrededor; miré y sólo vi oscuridad, toqué y sólo noté algo viscoso debajo de mí, sentí y supe que ya no tenía piernas sino muñones aun húmedos de sangre o tal vez sudor. Creí estar cayendo, y me agarré con fuerza al material viscoso hasta que perdí la consciencia.
Más tarde volví en mí. Lo primero que hice fue palparme las piernas, que seguían allí. Poco a poco fui reconociendo mi habitación y el sol que se filtraba en forma de pequeños rectángulos por la persiana y la cama encharcada de mi sudor aún tibio.
Había sido una mala noche, nada más. O eso quise hacerme creer.